¿A quién le gusta tomar algo amargo? Regularmente queremos tomar algo que sea delicioso, algo que nos guste, algo agradable para nuestro paladar. ¿Quién querrá tomarse un trago de sábila en lugar de una Pepsi o un delicioso jugo de naranja en los tres tiempos de comida? De esa misma forma hemos querido digerir el carácter o los atributos de Dios.
En estos tiempos modernos ¿por qué hablar de cosas que son muy fuertes o duras?
¿Por qué mejor no hablar de cosas agradables?
Hablemos de cosas que nos gusta escuchar, cosas que podamos digerir con facilidad.
Hemos enfatizado tanto en la bondad y el amor de Dios que hemos dejado por un lado uno de Sus atributos que tiene que ver con Su santidad y justicia:
Su ira.
Hemos inventado frases para poder llegar al pecador posiblemente con una buena intención pero alterando las Escrituras: “Dios odia al pecado pero ama al pecador.”Esta es una vil mentira.
Esta acomodación del evangelio lo que ha provocado es que la gente siga pecando deliberadamente porque piensan que Dios está enojado contra el pecado que ellos practican pero no contra ellos.
“Dios odia al pecado y también odia al pecador”
¿Está demasiado fuerte esto? Bueno, ¡comprendo! Es chocante, mueve el cerebro, choca contra nuestros conocimientos comunes heredados.
¿Podrá un Dios de amor odiar al pecador? Para muchos esto es imposible, no es el Dios que ellos conocen.
“5 Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece. 6 Sobre los malos hará llover calamidades; Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.” Salmo 11.5–6, RVR60
El cáliz o la copa que está sobre los malos es un derramamiento de la ira de Dios por su maldad.
Aborrecer: aplicado a un enemigo es odiar, detestar, aborrecer algo o a alguien; desde desdeñar o despreciar hasta eludir o sentir aversión.
Aplicado a alguien cercano es amar menos.
La ira de Dios es totalmente distinta a la ira de los hombres.
La ira de los hombres no humillada es una ira diabólica, satánica que únicamente ha sido utilizada para dañar al prójimo y dañarse a sí mismo.
Dios cuando creó al hombre le otorgó atributos que caracterizan Su imagen y semejanza:
Lo hizo un ser puro, sin pecado, y también lo hizo un ser emocional:
El conjunto de emociones que Dios le dio al hombre incluyen: la ira.
Bíblicamente, la ira es una energía dada por Dios con la intención de ayudarnos a resolver problemas.
Cuando el pecado tocó al hombre esa ira se convirtió en pecaminosa, se corrompió.
La ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1.19-20)
«Por esa misma ira corrompida y diabólica fue que Caín asesinó a Abel. »
La ira de los hombres genera:
- arrebatos,
- histerias,
- pérdida de control de las emociones,
- emociones desenfrenadas, etc.
La ira de los hombres causa:
- Asesinatos,
- Violencia,
- Úlceras,
- Migrañas,
- Depresión,
- Guerras, etc.
Posiblemente por esta razón hemos confundido la ira de los hombres con la ira de Dios.
Todos los atributos de Dios son santos:
Su poder es santo.
Su amor es santo.
Su gozo es santo.
Su bondad es santa.
Su celo es santo.
Su ira es santa.
Todo lo que emana de Él es santo.
“Su ira no es, como en nosotros, efecto de un momento de distorsión emocional, sino el resultado de un juicio justo, no turbado por pasión alguna.”
Al ser Dios santo y justo, la manifestación de su ira es asimismo propia y justa.
La ira de Dios es Su enojo contra la humanidad y sus acciones pecaminosas.
DIOS ESTÁ ENOJADO CONTRA EL PECADOR
11 Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días.
Salmo 7.11, RVR60
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Juan 3.36, RVR60
10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
Apocalipsis 14.10, RVR60
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
Romanos 1.18, RVR60
Impío es alguien malo, pecaminoso e inicuo; es alguien que vive independiente del Gobierno Divino.
El pecador tiene un gravísimo problema, está en guerra con Dios, hay un conflicto entre ambas partes.
¿Qué dice el evangelio moderno con respecto a esta condición del hombre?
«Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida. Por lo tanto, sigue estos pasos y serás salvo»
Mientras tanto el evangelio bíblico dice:
«Eres enemigo de Dios, estás muerto en tu pecado y en tu actual grado de rebelión, ni si quiera puedes ver que necesitas vida y mucho menos revivirte a ti mismo. Por lo tanto dependes de manera radical de Dios para que haga algo en tu vida, que tú por tus propios medios nunca podrás hacer»
¿Cómo se aplaca la ira de Dios?
Dios está airado contra el pecador todos los días, pero también todos los días son nuevas sus misericordias.
Siempre es Dios tomando la iniciativa para Salvar al hombre, esto enseña que el hombre no tiene absolutamente nada que ver en su salvación.
La ira de Dios es beneficiosa para el pecador, pues demuestra el enojo de Dios y no indiferencia por lo que ha proveído una forma de Salvar al pecador antes de aniquilarlo.
La ira de Dios se aplaca o se apacigua a través de La Propiciación
La idea de la propiciación es que otro puede morir en lugar del pecador.
La palabra propiciación literalmente quiere decir una mediación entre dos partes para que se unan.
Cuando la parte “A” empieza a tener un problema con la parte “B”, ya sea porque la ofendió o le debe algo, entonces la parte “B” hará algún reclamo a la parte “A”.
Si el reclamo no es cumplido, el problema entre las dos partes no se resolverá y las dos no podrán reconciliarse. Por consiguiente, se necesita la propiciación.
Nuestros pecados nos separan de Dios e impiden nuestra comunión con Él.
Nuestros pecados no sólo nos hacen estar separados de Dios sino que además Él no está en paz con nosotros.
La propiciación permite hacer las paces entre ambas partes.
Creer que Dios es solo un Padre amoroso que quiere ayudar a la gente, veríamos a Cristo como un simple ejemplo de ese amor. Veríamos la cruz como una simple demostración del amor de Dios por el que permitió que los soldados romanos crucificaran a su Hijo, a fin de que el hombre pecador pueda saber cuánto nos ama.
Tener únicamente este cuadro de la cruz es inadecuado y pierde todo el contenido del evangelio.
41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Lucas 22.41-42
Para reconciliarnos con Dios y estar en paz con Él, Jesús tuvo que tomarse el trago amargo de la ira de Dios.
¿Por qué estaba Jesús angustiado hasta la muerte?
¿Le tendría temor a la muerte?
¿Le tendría temor a la crucifixión?
¿Tendría temor a sus verdugos romanos?
Podemos estar seguros que no era un cobarde a punto de enfrentar a los soldados romanos.
Por el contrario, era un Salvador que estaba a punto de soportar la ira divina.
La copa no hace referencia a la cruz de madera, sino al juicio divino.
Esto fue lo que hizo querer retroceder a Jesús cuando estaba en el jardín.
Toda la santa ira de Dios hacia los pecadores y el pecado, acumulada desde el principio del mundo, estaba a punto de derramarse sobre Él, y suda sangre ante semejante pensamiento.
Todo el acontecimiento en la cruz tuvo que ver con la ira que Dios derramó sobre el alma de Cristo debido a nuestros pecados.
En ese momento, toda la justa ira y la justicia de Dios contra nosotros se desató como un torrente sobre Cristo mismo.
Bebiendo ese trago amargo es como Cristo apacigua la ira de Dios contra el hombre pecador.
Necesitamos al Señor Jesús como nuestro sacrificio propiciatorio para satisfacer la exigencia de Dios.
Cuando nos damos cuenta que somos moralmente malos, que estamos muertos en pecados y que merecemos la ira de Dios sin más remedio, comenzamos a descubrir la desesperada necesidad que tenemos de Cristo.
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Romanos 3.23-26
El Señor relata la historia de dos hombres que subieron al templo a orar, uno de los cuales era un fariseo y el otro un recaudador de impuestos.
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Lucas 18.10-14
La oración del fariseo (vs. 11-12) no parecía una oración, sino que más bien una acusación dirigida a otros y una arrogante jactancia delante de Dios.
“Más el recaudador de impuestos, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (v. 13).
Esto implica la necesidad de un Redentor y también la necesidad de propiciación.
El recaudador de impuestos reconoció cuánto ofendía a Dios su vida de pecado. Por lo tanto, él le pidió a Dios que le fuera propicio, que tuviera paz para con él mediante una propiciación para que Dios le mostrara misericordia y gracia.
Es muy significativo que el recaudador de impuestos dijera: “Dios, sé propicio a mí, pecador”.
Esto muestra que reconoció que había ofendido a Dios y que necesitaba que alguien fuera su ofrenda propiciatoria a fin de que Dios fuera apaciguado.
Esta persona humilde estaba consciente de que no era más que un pecador. Debido a que su oración estaba basada en la propiciación de Dios, él “descendió a su casa justificado”
“9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.”
Romanos 5.9, RVR60