Por Rafael Zuñiga
Hemos estado viviendo semanas muy difíciles como país, y durante este tiempo no sabía si escribir sobre el tema. Realmente, es muy difícil ignorar todo lo que sucede a nuestro alrededor, pero no pude contener mi mente y corazón para decidirme a escribir. No vengo con palabras ásperas ni con mero conocimiento. He decidido bajar mi corazón al nivel del dolor que muchos están experimentando en estos momentos. Quizá no puedo estar presente en los lugares afectados ayudando físicamente, pero si unas palabras pueden traer una luz de esperanza y fe a algunos que estén sufriendo, entonces quiero ser un portador de estas virtudes.
Tampoco puedo negar la fe que profeso, y que conforme a ella creo todo lo que está escrito en nuestro Libro. Creo que la palabra de Dios se cumplirá a perfección, y que todos estos desastres naturales son solo un paso a la gloria. ¡Sí! Son un paso breve a la gloria. No son un momento de destrucción definitiva, sino la antesala a la restauración de todo el mundo entero. Cielos nuevos y tierra nueva nos esperan. Los cristianos sostenemos y creemos esta verdad, ¡y como deseo que todos podamos compartir esta hermosa esperanza!
También entiendo la brevedad de la vida. Yo mismo he sentido el dolor de la muerte. He sentido lo que es estar a punto de morir (o de sentirse morir), y es algo que no puedo sacar de las fibras más sensibles de mi ser. He perdido gente muy amada durante mi paso por esta tierra, y que difícil es vivir con el dolor de no verlos nunca más a mi lado. Sí, es inevitable no sentir el dolor. Es difícil tratar de ignorar que uno es de carne y hueso, y que también sufre en lo profundo de su corazón y su alma. La mente es un torbellino de pensamientos.
No sabemos qué va a pasar, como vamos a lidiar con la situación, o como nos vamos a recuperar emocional y económicamente de todo esto. México, tu estas pasando por esto. Muchos estamos dolidos profundo en el alma. No ignoramos tu dolor, pero hay alguien que se duele mucho más que nosotros, y ese es Dios. Nuestro Dios está en los cielos, y él tiene cuidado de ti. Sí, él cuida de ti y de todos en medio de un caos tan grande en la tierra. Dios entiende perfectamente tu dolor y no pasa desapercibido a su vista.
“Tú llevas la cuenta de todas mis angustias
y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco;
has registrado cada una de ellas en tu libro.” — Salmo 56:8
También, Dios ha prometido un gozo y una alegría eterna. Él ha dicho que limpiará tus ojos de toda lágrima y que sanará tu corazón de todo dolor.
“Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más.” — Apocalipsis 21:4
Aun así, sé que puedes preguntarte: “¿Y donde esta Dios en todo esto?”. Pareciera que Dios está inactivo o que no se duele por lo que sucede en este mundo. Pero el Dios que creó el universo entero y los miles de galaxias es un Dios tierno y compasivo. Él es un Dios bueno y profundamente amoroso para con todos los suyos. Él se compadece de su creación; Él ama a su creación.
Y aun cuando escribo todo esto, sé que no siempre es fácil y sencillo capturar esta verdad. Me detengo para pensar en cómo explicar de una mejor manera a aquellos que sufren, pero aun así mis palabras fallan en mi pequeño intento de llevar una esperanza a alguien que lea esto. México, lo único que puedo decirte es: sostente fuerte en Dios. Confía en Dios. No mires solo a los escombros causados por el terremoto. Mira hacia arriba. Pon tu mirada en una esperanza mejor. Mira hacia el futuro que Dios tiene para ti. Dios dice en su palabra:
“Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” — Jeremías 29:11
Las promesas de Dios son verdaderas y fieles. Por favor, cree solamente. Afirma tu fe sobre una promesa de Dios en medio del dolor.
“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza;
siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad.
Por lo tanto, no temeremos cuando vengan terremotos
y las montañas se derrumben en el mar.” — Salmo 46:1–2
¡México, no temas! El futuro no es malo, aun cuando el presente parezca serlo. Dios es tu refugio eterno. Él será la fuerza que te hará levantar una vez más de las ruinas. México, mi oración y mi deseo por ti es que encuentres en Dios un hogar, un descanso, y una esperanza que no vas a encontrar en ningún otro lugar. Y como cristianos, deseamos mostrarte el amor de Dios a través de servirte con ayuda y alimentos; con una oración a Dios por ti y por tu familia; con una palabra de ánimo y esperanza.
¡México, te amamos! Estás en los pensamientos de Dios.
“Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes.” — Salmo 40:17
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