PorJorge Melendez
Hace tiempo, en medio de una clase pregunté: ¿quién es Dios? Pedí que trataran de nombrar algunas de sus perfecciones o atributos. La mayoría de las respuestas rondaban en Dios como un Ser poderoso, amoroso, que tiene la capacidad de obrar para el bien de quienes lo aman. Otros hablaron sobre su justicia y el juicio a los malos; pero lo que más llamó mi atención fue la cantidad de jóvenes que relacionaban la palabra Dios con poderoso. Uno osadamente dijo: “¡Si Dios no fuera poderoso no podría ser Dios!”, y aunque esto es verdad, ¿qué tal si te digo que hay una perfección que es exaltada en la Escritura más que “Todopoderoso”, y que por el énfasis que el mismo Dios da, parece mostrarnos más profundamente quien es Él? Hablo de la Santidad de Dios.
No hay mejor manera de resaltar esto que como A. W. Pink lo hace:
“Se llama santo a Dios más veces que todopoderoso, y se presenta esta parte de su dignidad más que ninguna otra. Esta cualidad va como calificativo junto a su nombre más que ninguna otra. Nunca se nos habla de Su poderoso nombre, o su sabio nombre, sino su grande nombre; y, sobre todo, su santo nombre. Este es su mayor título de honor; en ésta resalta toda la majestad y respetabilidad de su nombre.”
¡Dios mismo jura por su santidad! (Salmo 89:35) Su santidad es la expresión que en mayor plenitud nos revela a Dios. Se entrelaza con su carácter y sus hechos. Es sin duda el atributo que lo hace distinto a todas sus criaturas, ya que posee una perfección ética y moral.
Antes de continuar definamos un poco lo que es la santidad. La raíz de la palabra santo en el idioma hebreo, idioma del Antiguo Testamento, significa separar o cortar. En el libro de Levítico leemos: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”. La misma connotación tiene en el Nuevo Testamento donde Pedro cita este mismo versículo en 1 Pedro 1:16 “sean santos porque yo soy santo”.
Entendemos que la santidad es estar separado o apartado de algo, en este caso, del pecado y de toda imperfección moral. Es pues, esa perfección que lo eleva sobre toda su creación. Aunque no podemos poner un atributo sobre otro, sí podemos decir que la santidad refleja con mayor claridad; como ya lo dijimos, la personalidad, carácter y esencia de quién es Dios.
Echemos un vistazo a Isaías 6. Un texto muy conocido y que nos habla la excelencia e impacto de la Santidad. En aquella visión que tuvo el profeta donde vio al Señor, los serafines entonaban un cántico:
“ 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. (Is. 6:3).
Los serafines componen su canto de exaltación con la repetición de la palabra santo. Para comprender la relevancia debemos sumergirnos un poco en las formas de la literatura poética hebrea, donde la repetición de una palabra, en este caso: “santo, santo, santo”, es una forma de énfasis, elevando así la santidad a un grado superlativo. Cabe mencionar que solo este tributo se eleva de esta forma en toda la Escritura.
La respuesta del profeta revela aún más: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Notemos que esa pureza, ese impacto de la santidad de Dios, llevó al profeta a concebir su propia pecaminosidad, inmundicia y juicio.
Cuando el Señor me salvó y escuchaba sobre la santidad, al igual que a muchos, nos suena como aterradora; sin embargo, nos habla del actuar de Dios de una manera profunda ya que su excelencia moral nos garantiza que su actuar será santo. ¿Te imaginas a un Dios todopoderoso, pero sin ser santo? ¡Eso sería terrible! No tendríamos garantía de su actuar. Pero al saber que es santo podemos tener la plena certeza que todo lo que Él hace es en sintonía de esta perfección.
Piensa por un momento en todos aquellos juicios de Dios en la Escritura, por ejemplo, Sodoma y Gomorra ¡Su juicio actuó santamente! ¡Su amor es santo al igual que su ira! Nuestro Dios es confiable porque Él es Santo.
La santidad de Dios demanda santidad en sus criaturas: “Sean santos porque yo soy santo”. Cada uno de los mandamientos en Su ley refleja esta demanda. Romanos 7:12 dice:
“12De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”.
Dios no es injusto por demandar la santidad de cada uno de nosotros, ya que cada una de sus obras la manifestó; el hombre fue creado a Su imagen, y por tanto santo, capaz de obedecer y amar a su Señor. Él fue creado recto, pero buscó sus propios males (Ecl. 7:29) … los ángeles fueron creados justos, pero aquellos rebeldes dejaron su habitación (Judas 6).
El compromiso con su santidad se refleja en una escala mayor en la cruz. Dios, el Padre, descargó su ira sobre su Santo Hijo. Él sufrió el castigo de Sodoma y Gomorra; lo mismo que aquellos que fueron tragados por la tierra frente a toda la nación de Israel y el mismo infierno que merece todo pecador. Dios condenó al Santo con el fin de perdonar al transgresor cargando los pecados en el justo, para dar su justicia a los pecadores (2 Cor. 5:21). Todo aquel que ha confiado en el sacrificio de Jesús, según Pablo, ha sido “lavado, santificado y justificado” (1 Cor. 6:13). Esta santificación que viene a causa del sacrificio de Jesús y de la obra del Espíritu Santo, es lo que da acceso al pecador a la presencia de Dios porque ¡nada inmundo entrará en el reino de los cielos! (Ap 21:27).
La santidad de Dios se ve reflejada entonces en la creación, en la imagen de Dios, en la expulsión del hombre del paraíso, en el plan para rescatar al hombre de su pecado a través de Jesucristo para purificarlo y así poder tener una comunión eterna con él.
Solo aquellos que han concebido la santidad de Dios, son quienes como Isaías han experimentado el terror de ser indignos de Él; sin embargo, aquellos que han llegado a Jesús, han experimentado la gracia de ser limpiados, salvados y llevados a la presencia del Dios santo. Quien no comprende la santidad de Dios, no comprende lo glorioso del Evangelio. ¿Tú concibes al Dios santo como la Escritura nos lo muestra? ¿Encontraste en el evangelio de Jesucristo el camino en confianza plena a la presencia del Dios santo? Si no es así, te animo a que lo hagas.
GRACIAS HNOS .POR COMPARTIR LA PRECIOSA PALABRA DE NUESTRO DIOS QUE NOS ANIMA NOS ESFUERZA EN LOS MOMENTOS QUE DECAEMOS GRACIAS A DIOS POR SUS VIDAS Y ANIMARLOS A QUE SIGAN ADELANTE EN ESTA LUCHA DIARIA HASTA QUE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ESTE NUEVAMENTE CON NOSOTROS..