Por Walter Jolon
Este artículo podría tomar por sorpresa a personas y hermanos en la fe muy queridos que solo conocen parte de mi vida pública; muy probablemente una apariencia serena, tranquila y sobria. Cuando hablo de vida pública hablo de mi vida como pastor en una iglesia cristiana evangélica.
Considero importante aclarar algunos aspectos que vienen a mi mente debido a la naturaleza del tema que estoy abordando, antes de continuar con el desarrollo y el propósito de este artículo que contiene confesiones personales.
Como esposo, padre de familia y pastor he estado sometido a un proceso de restauración personal, matrimonial, familiar y ministerial con etapas erráticas y también etapas fructíferas que ha tenido altibajos debido a la complejidad de los aspectos internos del proceso que han sido tratados, por lo tanto, aclaro a quienes conocen mi proceso que con este artículo no pretendo llamar su atención, manipular los resultados de las consejerías, ni mostrarme como una víctima, al contrario, pretendo que parte o todo el contenido de lo que daré a conocer pueda ser útil a otras personas que como yo puedan estar luchando con ansiedad, pensamientos depresivos y/o suicidas.
También aclaro que no pretendo provocar lástima o buscar compasión de ninguno de ustedes que ahora mismo esté leyendo estas líneas; la compasión de mi Señor y Salvador Jesucristo para mi perdón y provisión es absolutamente suficiente para mí. Lo que quisiera de ustedes es que aparten unos minutos para continuar leyendo, quizá mis confesiones puedan serles útiles o bien a alguien que ustedes conozcan, principalmente si es alguien que sirve en el ministerio.
A mi familia Iglesia Casa de Gracia, con este artículo lo que pretendo es que puedan ver a un hombre vulnerable que lucha contra el pecado en favor de la santidad junto a ustedes, no pretendo justificar mi pecado con mi debilidad, al contrario, pretendo animarlos a que juntos como iglesia local podamos reconocer todos los días nuestra pobreza espiritual y no ser pretenciosos restándole importancia al poder destructivo del pecado sabiendo que la fortaleza y la esperanza la encontramos en el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Por último aclaro que no profundizaré en detalles de lo que contaré por razones de prudencia y también porque no tengo el permiso para revelar información que no me compete.
Hermanos, sin que pase mucho tiempo entre una noticia y otra, algunos noticieros han dado a conocer suicidios de pastores, la mayoría de ellos pastores de iglesias reconocidas en los Estados Unidos, el más reciente (aunque no confirmado del todo) es el del pastor Darrin Patrick. Estas noticias, como a muchos de nosotros que estamos en el ministerio, nos han traído mucha tristeza por todas las implicaciones que muertes de esta naturaleza acarrean, mi problema ha sido que cada vez que me entero de algo así, esto alienta mis pensamientos suicidas; he pensado que si estos hombres tuvieron la capacidad de llevar a cabo su cometido de atentar contra su propia vida, yo también podría hacerlo.
Pero ¿por qué tengo pensamientos suicidas? No pienso así por alguna tragedia que haya ocurrido en mi vida, no he tenido una pérdida significativa que me haya derrumbado física, sentimental, emocional ni espiritualmente. Tampoco ha sido una prueba de parte de Dios, aunque el proceso en sí ha pasado a ser una prueba divina para transformar mi corazón y mi carácter. Pero, lo que ha logrado devastar mi mente y mi corazón ha sido el pecado, el pecado de mi esposa y mi propio pecado. ¿Pero en qué matrimonio no hay pecado? El problema es que yo me considero una persona depresiva; allí radica mi problema.
Circunstancias y experiencias propias de mi matrimonio me han arrastrado al valle de sombra de muerte donde he caminado por el túnel oscuro y tenebroso de la angustia, el miedo, el terror a las cosas por venir, la inseguridad, la ansiedad, la depresión, ataques de pánico, de histeria; todo esto por mi irresponsabilidad y descuido de los medios provistos por la gracia de Dios para mi protección. Uno de los puntos críticos de mis caídas sentimentales y emocionales ha sido mi amnesia espiritual, el olvido de las promesas del Señor en su Palabra y el olvido de la esperanza del evangelio; amnesia alimentada por una actitud egocéntrica e idólatra. Un daño colateral de todo esto es el dolor y la angustia que mi condición y estado mental le han causado a mi esposa.
Después de pasar por episodios de ansiedad, ataques de pánico e histeria he terminado llorando amargamente por mi grave pecado de incredulidad ante el Señor, me he encontrado pensando en cómo he olvidado que Él es soberano y que jamás ha perdido ni perderá el control de ningún suceso en nuestras vidas, he olvidado que no hay despropósito en nada de lo que Dios permite que pase, además he olvidado el sufrimiento de Cristo en la cruz para vencer la mayor de las aflicciones para un pecador condenado al sufrimiento eterno.
Son muy pocos los que conocen esta lucha personal interna que he tenido que librar, ninguno le ha prestado la atención adecuada a mi caso; mi apariencia serena, tranquila y sobria muchas veces solo ha sido una careta para guardar las apariencias. Pero no escribo para que ahora me presten atención, ni para acusar a nadie, lo hago para que cada quien, principalmente si es pastor o concejero bíblico, tome conciencia y considere actuar adecuadamente cuando se encuentre con personas que luchan con pensamientos depresivos y/o suicidas.
Se ganaría más al prestarle atención a una persona que confiesa que lucha con depresión, que pensar que dicha persona solo está manipulando las circunstancias. Muchas veces se subestiman las señales y los indicios depresivos de personas que han estado pensando en el suicidio y es lamentable que las acciones sean reactivas en lugar de proactivas, ¿por qué deberíamos esperar a que las cosas pasen?. Recuerden que estos son problemas de salud mental que se deben abordar espiritualmente a través de las Escrituras y a través de tratamientos físicos recomendados por medicos calificados.
Para mi propia tristeza y vergüenza lo digo, pero me he encontrado buscando cuál sería el método más efectivo para quitarme la vida: quizá el ahorcamiento, o comprar una pistola calibre .40 para hacerlo por medio de un disparo, o tirarme bajo las llantas de un trailer; he pensado en otros métodos pero ya no quiero continuar describiéndolos porque creo que estaría dando ideas a personas que luchan con esto mismo. Jamás es ni será mi deseo alentar a alguien que lucha con estos pensamientos para que los lleve a cabo y se suicide. Creo que el suicidio es una grave falta delante de Dios y es una gran deshonra atentar contra la vida que no nos pertenece, sino que nos fue dada como un regalo de gracia por nuestro Creador.
En medio de estas experiencias caóticas Dios no ha dejado de estar presente, Él providencialmente me ha guardado, incluso ha usado documentales de Netflix para mostrarme lo devastador que es la muerte por suicidio para quienes nos aman, principalmente para nuestros hijos y nuestro cónyuge. También he recibido aliento a través de la vida de Charles Spurgeon quien padeció varias etapas depresivas durante toda su vida, principalmente su vida ministerial, pero también he sido animado por medio de la experiencia del profeta Elías, cuando en su depresión y egocentrismo fue exhortado por el Señor para salir de la cueva.
Se que esto que escribo será irrelevante para algunos, pero mi oración es que sirva de reflexión para quiénes han pensado en suicidarse y para quienes aconsejan a otros para que puedan ver la seriedad del problema.
Para ir finalizando, no puedo dejar de decir que la gracia sanadora y transformadora del Señor ha seguido trabajando en mi terco corazón, ya no tengo ataques de pánico, ni tengo esos ataques horribles de histeria que provocaban movimientos involuntarios en mi cuerpo cuando intentaba dormir, tengo mayor lucidez y claridad en mi mente y en mi corazón y un mayor entusiasmo cada día para servir al Señor, luchar por mi matrimonio, mi familia y por la familia espiritual que el Señor me ha dado.
No digo que ya se ha acabado, pero por la gracia de Dios ya no es como era. Les pido que oren por mí, por mi esposa que ha tenido que soportar mi proceso y por mis hijos que me escuchaban llorar amargamente.
Fotografía por Unsplash.