Por Susana Cano
Has visto como en la mayoría de eventos de grupos de mujeres se menciona el famoso versículo de proverbios 31:10 para decirle a la mujer lo maravillosa que es. Muchos libros han sido escritos, conferencias de la mujer de Proverbios 31, enseñanzas para el día de la madre, de la mujer, etc… Es fácil tomar estos versos como punto uno, punto dos, punto tres en una forma de enseñar como debe ser automáticamente esa mujer, enfocándose así más en el hacer que puede volverse en solo una modificación de comportamiento moralista sin tomar en cuenta la raíz de nuestro corazón pecaminoso y la tendencia de seguir los deseos de nuestro corazón.
Estos versos están escritos por una madre a su hijo como una recomendación del tipo de mujer que debería buscar. Entonces esto hace más apetitivo y hasta fácil poder enseñarle a una mujer como debe ser para llamarse una Mujer Virtuosa.
¿Cuál es el problema con la “tendencia” de enseñar de esta manera estos versículos? El problema es que todo es moralista, humanista y enfocado en hacer y ser desde la perspectiva de un título (La Mujer Virtuosa) y esperar una recompensa por serlo. El problema es que prácticamente Cristo no es necesario, pues no lo mencionan en estas enseñanzas. Es más fácil nombrar la lista de lo que hay que hacer que confrontar su pecado.
Mi realidad diaria es que soy una mujer pecadora en necesidad de un Salvador y un Señor para hacer lo que Él desea que haga, que debiese ser lo que Su Espíritu obra en mí para desearlo hacer para Su gloria. Entonces me veo frente a esta mujer, que no habla de cansancio, que no habla de dolor, que no habla de fallas, que no habla de nada más que de características para ser una súper mujer. Yo al contrario, peco, me entristezco, a veces no estoy del mismo humor, me enojo bastante, fallo, decepciono, lloro, no siempre me van bien en mis negocios. Entonces, ¿Cómo leer estos versos para poder hacer lo que ella hace? Es, entonces cuando el evangelio hace su entrada triunfal y salvadora
Los 22 versículos que comienzan con las 22 letras del alfabeto hebreo en orden consecutivo, lista todas las características del hacer de esta mujer, pero al final está la guinda del pastel:
“Muchas mujeres han obrado con nobleza,
Pero tú las superas a todas.
Engañosa es la gracia y vana la belleza,
Pero la mujer que teme al Señor, ésa será alabada”.—Proverbios 31:29-30
Ella hacía todas estas cosas, PERO su hacer no era lo que la definía como una mujer virtuosa, sino el temor al Señor. No son mis obras, es el temor al Señor, que viene de la sabiduría de Dios, la cual es otorgada porque conozco a Dios, y puedo conocer a Dios porque creo en la obra salvadora de Cristo Jesús en la Cruz, si mi fe está arraigada a Cristo, si estoy unida a Cristo, si soy de Cristo.
El centro no es lo que esta mujer logra hacer, el centro es Cristo. De conocer a Cristo fluye lo que podemos imitarla, de temer Su Nombre porque ella lo conocía, y hacía cada acción porque era guiada según Su Sabio Consejo. Sin embargo, la madre de Salomón no dijo que esta mujer existía, le dio un listado de lo que él debía buscar en una mujer digna de ser esposa de este gran rey.
Con este breve y simple ejemplo te quiero decir esto: no se trata de cuanto haces, se trata de por quién lo haces. No se trata de que todas las mujeres deben ser como ella, sino que todas podamos depender de Dios para imitarla en nuestro contexto, en nuestra realidad, en nuestras circunstancias matrimoniales diferentes, en nuestras vidas familiares particulares. Pero lo que no cambia es el Dueño y Señor de cada una, pues recuerda que “Separados de Él nada podemos hacer” Juan 15:5
Cuando fallo a mi esposo, a mis hijos, a Dios recuerdo que hay una hermosa verdad en mi vida diaria, y es que en Cristo hay perdón para mis pecados, que en Cristo persigo esa meta de ser como Él, más que solo los 22 versos de la mujer de Proverbios 31, y esto requiere la vida de Cristo en mí lugar, Su Palabra, y tomará toda mi vida en este mundo para perfeccionarme y santificarme hasta el día que Él me llame a Su presencia.
Si me comparo con esa mujer, si la coloco como un estándar para ser una buena esposa, me encontraré que soy una mala esposa, una mala ama de casa, que no tengo identidad, que no he logrado nada, pero cuando veo a Cristo ya no me enfoco en ser solo esas cosas, sino me enfoco en Él, que me dice “estad quietos y ver que Yo Soy el Señor” Éxodo 14:13. En Cristo hay libertad, hay perdón de pecados, y cada día a través del sufrimiento, de fallas, de pruebas, Dios trabaja en ti con su cincel favorito: Su Palabra. Él nos va conformando a Su imagen para que le demos gloria a Él, todo lo terrenal que conseguimos, todos mis mejores deseos para hacer “bien las cosas” y ser como esta mujer, jamás tendrán su verdadero efecto apartadas de la obra santificadora de Cristo en nuestra vida. Yo no puedo amar a mi esposo, sin amar primero a Cristo, no puedo ceñirme de fuerzas sin la fortaleza de Cristo, no puedo dar bien a mi esposo todos los días si Cristo no es mi todo, no puedo levantarme aun de noche y dar comida a mi familia sin el gozo de Cristo, no puedo realizar proyectos sin la guianza de Su Espíritu, no puedo hablar y aconsejar sin la sabiduría del Señor, no puedo tener un carácter de una mujer que teme al Señor si no tengo confianza en los planes de Dios y que Él tiene el control de mi vida. ¿Ves? Para imitar a esta mujer, primero debo rendirme a Cristo, correr a la cruz, no solo para llevar a cabo actividades de la famosa mujer de Proverbios 31, pero para tomar mi cruz y seguir a Cristo, para morir y que Él crezca, y para darle gloria y honor a Cristo en cada día de mi vida, en medio de cada circunstancia y dejar mi pecado.
Y sabes, la verdad ser una mujer virtuosa si es como una piedra hermosa, pero no puede existir sin la Gracia del Señor. No se trata de versículos románticos para que la mujer se sienta mejor, o su autoestima se levante, porque la verdad es que todas somos pecadoras, necesitadas de un Salvador, que estamos en este mundo caminando hacia una meta: Ser como Cristo, crecer en semejanza a Él. Y esta meta, querida hermana, es aún más retadora, es aún más sufrida, pero es más gratificante para decir como el apóstol Pablo dijo:
“Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo. Pues la forma en que Dios nos hace justos delante de él se basa en la fe. Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran poder que lo levantó de los muertos. ¡Quiero sufrir con él y participar de su muerte, para poder experimentar, de una u otra manera, la resurrección de los muertos! No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.”
—Filipenses 3:8-14
Usado con permiso expreso del autor. Puedes encontrar el artículo original aquí.
Fotografía por Brooke Cagle en Unsplash
“Sin embargo, la madre de Salomón no dijo que esta mujer existía, le dio un listado de lo que él debía buscar en una mujer digna de ser esposa de este gran rey”. Betsabé no dijo que existía, pero no significa que no la hubiera. Ruth era una mujer virtuosa (3:11), las virtudes no son igual a perfección, podemos ser virtuosas aún con nuestras faltas. Bastante acertado, seguiré meditando en el post.