Ayer mientras terminaba nuestro grupo de estudio en casa, hablamos sobre el tema de ¿cómo guiar a nuestros hijos de una manera correcta?. Temas sobre programas de televisión, caricaturas, libros, enseñanzas que afectaron nuestra generación, ¿qué es válido? ¿qué no lo es?. Hoy, mientras meditaba un poco más sobre el tema, leía sobre algo que recalqué el día de ayer al finalizar el grupo, y una verdad que no debe de olvidarse. Un artículo de Jamie Ivey en The Verge Network. Papás, entendamos que nosotros no podemos salvar a nuestros hijos.
Crecí en el medio de una cultura evangélica bastante apasionada, pero en ocasiones muy confundida. Definitivamente no quería ir al infierno, así que acepté una invitación a seguir a Jesús en su lugar. Quiero decir, ¿quién no elegiría eso? Yo era una parte de la multitud que escuchaba con temblor temor acerca de lo que podría suceder si yo moría en un accidente de tráfico esta noche en mi camino a casa, y si yo no había confiado y creído en Jesús como mi Salvador. Cualquier persona en su sano juicio levantaría la mano en respuesta a eso y haría esa oración.
Tomé esa decisión a la edad de 8 años. Pero debido a ese miedo, cada evento de jóvenes en donde se hacía esa invitación, yo, en secreto otra vez oraba para recibir a Jesús como mi salvador. O sea, ¿se imaginan si las primeras siete veces en realidad no había funcionado? Yo tenía miedo de que mis motivos no fueran reales y que Jesús no me creyera, y al final me enviara al infierno. Era una montaña rusa de terror, la cual ahora que leo y estudio la biblia, se que Dios nunca quiso que sus hijos estuvieran o estén en ella.
No fue sino hasta que tenía 28 años que realmente comprendí lo que la salvación significa, y lo que la biblia habla de ella y que no se trataba de mi decisión de seguir a Jesús, sino que era un llamado de Dios a mi vida, para cambiarme, moldearme y hacerme cada día más como él. Nunca se trató de un momento mágico, en donde yo hacía una oración y mágicamente todo cambiaba. Se trataba de un proceso de vida, en donde el llamado de Dios, por misericordia a mi vida, se iba completando, como la luz de la aurora. Y no era yo quien lo hacía, era el. El, como autor y perfeccionador de mi fe, no yo.
Encontrar Confort en la Soberanía de Dios
Al ver a mis amigos, a mis papás, a mi familia, e incluso a mi mismo (ahora que voy a ser padre), veo que muchas veces es fácil caer en la trampa de querer asustar a mis hijos para encaminarlos a la salvación. O de querer poner infinidad de reglas estrictas para que ellos entiendan que el asunto de la salvación es muy serio, Y LO ES. Pero, lo que quiero decir es ¿qué padre no quiere que sus hijos o hijas sigan a Jesús? Todos lo hacen, y yo he pensado en hacerlo, y si somos honestos, si pudiéramos nosotros salvarlos, lo haríamos en un instante, y sin dudarlo. Pero nosotros no podemos. Por mucho que quisiera que mi hijo, que viene en camino, Oscar Alejandro Morales Pérez, fuera un buen discípulo de Jesús, la verdad es que no puedo. Sólo Dios puede llamarlos a salvación, sólo Dios puede convertir su corazón de piedra en uno de carne para que puedan responder al llamado del Evangelio. Sólo Dios puede llamarlos a salvación, sólo Dios puede convertir su corazón de piedra en uno de carne para que puedan responder al llamado del Evangelio.
No podemos hacer que estén en lista de espera, o que se puedan decir las palabras correctas correctas lo suficiente para que Dios los salve, o incluso hacerlos que oren una oración que les de la salvación. Está fuera de nuestras manos.
Cuando nosotros entendemos la salvación de una manera bíblica, trae mucha paz al hecho de criar a nuestros hijos. Seamos honestos, nosotros podemos hacer un montón de cosas bien con nuestros hijos, pero también hacemos un montón de cosas mal. Lo seguro es que yo no les puedo dar la salvación y tampoco puedo quitarla. Padres, descansen en esa verdad hoy. Dejemos que esa verdad bíblica penetre hoy en nuestros corazones. Se nos ha dado el privilegio y la responsabilidad de guiarlos, compartir con ellos, e incluso el poder mostrarles, moldearles y enseñarles el camino correcto, pero, padres, no podemos salvar a nuestros niños.
Deje que el Espíritu Santo haga su trabajo
La Biblia nos habla sobre cosas prácticas que nosotros como padres podemos enseñarles, moldearles e instruirles. La palabra de Dios es verdad (Salmo 19). Jesús es el único camino a Dios (Juan 14:6). Hagan preguntas abiertas, que permitan a su cerebro trabajar y resolver las cosas sin darle la respuesta correcta. Por supuesto podemos guiarlos en la dirección correcta, eso es lo que se supone que debemos hacer. Pero no forzamos nada más allá de la frontera en donde ellos puedan dejar de querer conversar y se vuelvan en contra de toda esta enseñanza a la fuerza. En su testimonio, Jamie Ivey no le prohibían a su hijo partir de la lectura de la biblia mormona de su amigo, o de ser amigo de él, como creo que muchos de nuestros padres de esta generación habrían hecho. Ellos simplemente le guiaron y encaminaron hacia la verdad y luego oraron, oraron, oraron, clamaron, clamaron, clamaron para que el Espíritu Santo haga su trabajo, y descansaron en la promesa de que El lo haría.
Padres, no hay necesidad de que asustemos a nuestros hijos hacia la salvación. Denles recursos, guíenlos, enséñenles, moldeen el evangelio ustedes como padres: perdonen, amen, busquen la reconciliación, peleen juntos y no en contra el uno del otro, otorguen perdón y amen incondicionalmente, oren por ellos, día y noche, clamen por su salvación y permite que Dios los atraiga a él. Estas cosas son una mucho mejor representación del evangelio de la que les podríamos dar.
Recuerden que nosotros no podemos controlar la salvación, esa es obra absoluta de Dios, y esa es una buena noticia, porque nosotros no somos completamente justos, amorosos y misericordiosos. El si lo es.
Lecturas Bíblicas
Les dejo algunos versos bíblicos, los cuales pueden meditar, estudiar, compartir y discutir.
- “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).
- “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6:65).
- “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (Hechos 13:48).
- “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16:14).
- “Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque del, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Hechos 11:34-36).
- “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1ª Corintios 30:31).
- “…porque estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
- “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).
- “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).
- “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16).
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“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:8-10).
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“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida de Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:3-8).
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“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será” (Apocalipsis 17:8).
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“Y circuncidará Jehová tu Dios t corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Deuteronomio 30:6).
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“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
Y mi favorito, el cual describe detalladamente el tema de la salvación:
Romanos 9 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Dios elige a Israel
9 Con Cristo de testigo hablo con toda veracidad. Mi conciencia y el Espíritu Santo lo confirman. 2 Tengo el corazón lleno de amarga tristeza e infinito dolor 3 por mi pueblo, mis hermanos judíos. Yo estaría dispuesto a vivir bajo maldición para siempre —¡separado de Cristo!— si eso pudiera salvarlos. 4 Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios. Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su ley. Les dio el privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas. 5 Abraham, Isaac y Jacob son los antepasados de los israelitas, y Cristo mismo era israelita en cuanto a su naturaleza humana. Y él es Dios, el que reina sobre todas las cosas, ¡y es digno de eterna alabanza! Amén.
6 Ahora bien, ¿acaso Dios no cumplió su promesa a Israel? ¡No, porque no todos los que nacen en la nación de Israel son en verdad miembros del pueblo de Dios! 7 Ser descendientes de Abraham no los hace verdaderos hijos de Abraham, pues las Escrituras dicen: «Isaac es el hijo mediante el cual procederán tus descendientes», aunque Abraham también tuvo otros hijos. 8 Eso significa que no todos los descendientes naturales de Abraham son necesariamente hijos de Dios. Sólo los hijos de la promesa son considerados hijos de Abraham; 9 pues Dios había prometido: «Volveré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo».
10 Ese hijo fue nuestro antepasado Isaac. Cuando se casó con Rebeca, ella dio a luz mellizos. 11 Sin embargo, antes de que nacieran, antes de que pudieran hacer algo bueno o malo, ella recibió un mensaje de Dios. (Este mensaje demuestra que Dios elige a la gente según sus propósitos; 12 él llama a las personas, pero no según las buenas o malas acciones que hayan hecho). Se le dijo: «Tu hijo mayor servirá a tu hijo menor». 13 Como dicen las Escrituras: «Amé a Jacob, pero rechacé a Esaú».
14 ¿Estamos diciendo, entonces, que Dios fue injusto? ¡Por supuesto que no! 15 Pues Dios le dijo a Moisés:
«Tendré misericordia de quien yo quiera
y mostraré compasión con quien yo quiera».16 Por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo.
17 Pues las Escrituras cuentan que Dios le dijo al faraón: «Te he designado con el propósito específico de exhibir mi poder en ti y dar a conocer mi fama por toda la tierra»[j]. 18 Así que, como ven, Dios decide tener misericordia de algunos y también decide endurecer el corazón de otros para que se nieguen a escuchar.
19 Ahora bien, ustedes podrían decir: «¿Por qué Dios culpa a las personas por no responder? ¿Acaso no hicieron sencillamente lo que él les exige que hagan?».
20 No, no digan eso. ¿Quién eres tú, simple ser humano, para discutir con Dios? ¿Acaso el objeto creado puede preguntarle a su creador: «¿Por qué me has hecho así?»?21 Cuando un alfarero hace vasijas de barro, ¿no tiene derecho a usar del mismo trozo de barro para hacer una vasija de adorno y otra para arrojar basura? 22 De la misma manera, aunque Dios tiene el derecho de mostrar su enojo y su poder, él es muy paciente con aquellos que son objeto de su enojo, los que están destinados para destrucción. 23 Lo hace para que las riquezas de su gloria brillen con mucha más intensidad sobre aquellos a quienes les tiene misericordia, los que preparó de antemano para gloria. 24 Y nosotros estamos entre los que él eligió, ya sea del grupo de los judíos o de los gentiles.