Por Richo Vargas
Mucha gente me ha hecho esta pregunta cuando les hablo de la importancia de llevar el evangelio a lugares donde no ha llegado aún. Casi en cada iglesia que he estado hablando de misiones he conocido a alguien que piensa de esta manera: “¿Para qué ir tan lejos si aquí hay mucha necesidad?”
Muchos dicen: “Debemos comenzar con nuestra Jerusalén antes de ir más lejos”, haciendo referencia a Hechos 1.8:
“…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Estoy seguro que muchos piensan de esta manera dentro de las iglesias y ven a las misiones como algo innecesario y que no tiene sustento en la Escritura.
¿Qué podemos decirle a aquellos que piensan que no es necesario ir tan lejos? En cierta parte tienen razón. Aquí hay mucha necesidad, desde cualquier perspectiva. Hay gente sin Cristo en la calle que vivimos, en el trabajo y aun alrededor de nuestra iglesia. Hay gente que no ha escuchado el evangelio ni ha conocido aún el testimonio de un cristiano personalmente. Es cierto que hay necesidad a nuestro alrededor.
Sin embargo tenemos que decir que en nuestro contexto hay bastantes abundan las iglesias. Hay muchísimos cristianos que bien pueden alcanzar a sus propios vecinos y muchos no lo están haciendo.
Sabiendo que a nuestro alrededor hay muchas personas sin Cristo, surge la pregunta: ¿Debemos terminar primero con “nuestra Jerusalén” antes de ir hasta lo último de la tierra? La respuesta es no. Jesús nos enseña que su nombre debe estar siendo predicado en todas partes simultáneamente. No hay razón para pensar que debemos terminar el evangelismo en una zona geográfica antes de ir a otra.
Desmenucemos un poco Hechos 1.8:
Antes de ascender al cielo, Jesús le dijo a un grupo de discípulos que debían ser sus testigos (mártires) comenzando en Jerusalén y hasta lo último de la tierra. Es importante saber que no solamente eran los apóstoles quienes escucharon estas palabras. Ahí estaban los dos que se encontraron con Jesús camino a Emaús, los once apóstoles y otros discípulos (Lucas 24.32-36, 51). Esto implica que las palabras de Jesús nos alcanzan aun a nosotros.
La escena de Hechos 1.8 se desarrolla en Jerusalén (Lucas 24.49, Hechos 1.4). Es ahí que, por instrucciones de Jesús, debían permanecer hasta que recibieran el poder del Espíritu Santo. Es ahí en Jerusalén que en Pentecostés los discípulos comienzan a predicar hablando en los diferentes idiomas que la gente hablaba.
Hasta este punto algunas personas dirían: ¡Ahí está! Los discípulos comenzaron con su Jerusalén. Entonces debemos también nosotros comenzar con nuestra Jerusalén.
Si decimos que “nuestra Jerusalén” se refiere a nuestra casa, nuestros vecinos, nuestra ciudad y nuestro entorno, este no era el caso de los discípulos que predicaron en Pentecostés.
Ellos no estaban en “su Jerusalén”. Ellos eran de Galilea. De hecho cuando comienzan a hablar endiferentes idiomas la gente dice: “¿No son galileos todos estos que hablan?” (Hechos 2.7). Los discípulos no estaban en su zona de comodidad.
Hoy en día, llegar de Galilea a Jerusalén te toma casi tres horas manejando. En tiempos de Jesús posiblemente un día entero. Quizá no es muy lejos si piensas en un viaje misionero pero las implicaciones misioneras entre una ciudad y la otra son bastante interesantes.
En Jerusalén llegaba gente de muchos pueblos y que hablaba diferentes idiomas: Partos, medos, elamitas; gente de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia y Panfilia, Egipto; gente de las regiones de Africa más allá de Cirene, romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes (Hechos 2.9-11) Esta gente escuchó el evangelio en su propio idioma.
Los discípulos comenzaron predicando a gente de distintas etnias al mismo tiempo. Aquí vemos la intención de Dios de mostrar su misericordia a gente de todos los pueblos, algo que no comenzó en la gran comisión como muchos piensan sino que se ve claramente en toda la Escritura desde Génesis hasta Apocalipsis.
Jerusalén era un campo misionero como ningún otro en aquel tiempo. Por una parte por la diversidad cultural pero también por la oposición. Ahí comenzó la violenta persecución de los cristianos que traería como resultado que el evangelio avanzara a Judea, donde se asentaba el gobierno romano; y a Samaria, con los primos incómodos de los judíos. Mientras unos se quedaron en Jerusalén, otros salieron a predicar más lejos (Hechos 8.1).
En pocas palabras: unos predicaban aquí, otros allá y otros más allá. Pero el evangelio se predicaba en todas partes al mismo tiempo. Estas son las palabras de Jesús en Hechos 1.8 aun para nuestros días. Nos falta mencionar sobre lo último de la tierra. Un amigo que conocí en la India me dijo que lo último de la tierra es el último lugar al que quisieras ir a predicar el evangelio.
No estoy tan seguro de que esa sea la interpretación más exacta del texto pero me dejó pensando: He estado dos veces en Calcuta, India, y junto con mi esposa siempre decimos: “Que Dios nunca nos lleve de misioneros a Calcuta”. Siempre decimos que se requiere un llamado especial para ir ahí, y francamente estaríamos dispuestos a vivir en cualquier parte de India y del mundo pero no en Calcuta. Bueno, aparentemente Calcuta es lo último de la tierra para nosotros.
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