Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.
El mandamiento de amarnos los unos a los otros es el segundo mandamiento y revela si el primero es una realidad en nuestras vidas, de cierta manera es el sello que demuestra lo genuino del creyente. Este mandamiento pone de relieve la excelencia de la ley de Dios, es un mandamiento radical, Juan no titubea en decir que si no amas no has conocido a Dios.
Pablo, en su carta a los Corintios dijo algo así: si yo voy a la iglesia cada domingo y soy el primero en llegar, pero no tengo amor, de nada me sirve, si leo la Biblia todos los días y memorizo un versículo diario de tal manera que tengo un gran conocimiento de la Biblia pero no tengo amor, de nada me sirve; si le doy dinero a los pobres, todo lo que tengo lo doy a la caridad pero no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es el estándar de la vida cristiana, si tú quieres saber qué tan buen cristiano eres, piensa en cuánto así amas a las personas.
En la sociedad actual, la palabra amor está siendo abaratada, utilizamos la palabra amor para cualquier clase de cosa, por ejemplo vas a alguna tienda y ves unos zapatos que te gustan y exclamas: “¡amo esos zapatos!”, “amo la comida”, “amo esos perros”. No es malo tener gustos muy pronunciados hacia cosas, pero es interesante notar nuestro uso de la palabra amor, casi siempre cuando decimos que amamos algo denotamos un gusto o una reacción hacia algo, pero amor en estos días parece no ser un concepto muy profundo. El amor según las Escrituras es más que un simple sentimiento, es un compromiso serio y profundo, quizá tu concepción de amor a Dios no sea más que un simple gusto, una obligación, una afición, una responsabilidad, una conveniencia, o una manera de manipulación.
En realidad, este mandamiento pone en evidencia lo pobres que somos para obedecer a Dios, y si tú intentas ver tu vida a la luz del amor que das a los demás te vas a encontrar en bancarrota, tan así, que los mismos fariseos que se creían perfectos en su vida espiritual quisieron ignorar la fuerza de este mandamiento.
En Lucas 10 tú puedes encontrar la parábola del buen samaritano y esta parábola surge de la conversación que estaba sosteniendo Jesús con un fariseo, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Le preguntaron, y Él contestó: Amarás a Dios y a tu prójimo. A lo que el fariseo preguntó ¿quién es mi prójimo?
El fariseo entendía perfectamente qué era amar y quién era su prójimo pero quería justificarse, porque buscaba en sí mismo la justicia propia, y como no encontró en él mismo lo necesario para cumplir esta exigencia de la ley, quiso disminuirla a sus propios estándares. Aunque el fariseo entendía bien la fuerza del mandamiento, quizá nosotros necesitemos una explicación sobre qué significa amar, Juan hace un excelente trabajo en explicarnos cómo Dios nos manda amar, como Dios nos ha amado a nosotros.
No creo que tenga que ir tan lejos para demostrarte lo pobre que es tu obediencia, ¿tienes una buena relación con tus padres? ¿con tus hermanos? ¿amas a las personas que te han lastimado? ¿qué te desagradan? ¿a quienes te han negado su perdón? ¿a los que te desprecian? ¿a quienes te han defraudado? Si tu respuesta es un “obviamente no”, es porque seguramente has definido el amor como un gusto hacia algo agradable y evidentemente eso no puede ser si pensamos en los enemigos. ¿qué tan dispuesto estás a sacrificar tu bienestar, tu dinero, tu tiempo, tu comodidad, las cosas que te gusta hacer por el bien de aquellos que quizá no valoren lo que haces, que te desprecian, que te ignoran o incluso que te odian? ¿Al menos amas a aquellos que te aman a ti?
Lo peor que tú podrías estar pensando es que sí amas a todos como Dios te ama a ti, que vives en perfecta obediencia y que todo en tu vida cristiana va bien, cuando nosotros empequeñecemos el pecado en nuestras vidas, abaratamos la gracia que Dios nos concede en Cristo. Mientras mas pequeño hagas tu pecado, más pequeña ves la necesidad de Dios y su gracia transformadora.
Yo quiero que sepas que Dios te manda amar de una manera sobrenatural, de una manera que tú no puedes, para que Dios te diera un mandamiento que sí puedes cumplir por tus propias fuerzas y méritos, tendría que escribir una nueva ley, una muy pobre y mediocre de hecho, pero el fin de la ley no es hacerte ver cuán capaz eres, sino de mostrarte tu pecado y tu pobreza. Mi punto es que Dios te manda amar… como Él te ha amado, y si sigues leyendo el pasaje de 1 Juan encontrarás que Dios se define a sí mismo como amor, ¡Dios es la definición del amor!
Dios a través de sus mandamientos te refleja su naturaleza, pero también te refleja y te comunica lo que quiere hacer contigo, Dios quiere convertirte en una persona que ama a los demás, esa es una de sus metas respecto a ti, Él no te ha dicho: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, a ver cómo le haces”, te da el mandato de amar porque Él es amor, esa es su naturaleza, y como dice 1 Pedro 1:4, Dios nos ha dado grandísimas y preciosas promesas para ser participantes de la naturaleza divina. Esfuérzate, sigue luchando, reconoce lo pobre que eres para amar, no minimices tu pecado, entrégate a su gracia transformadora y esfuérzate en amar a los que están a tu alrededor, porque Jesús, tu tierno y precioso Salvador, es la definición del amor y está transformándote en alguien como Él.
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