Por Alison Mitchell
Ella probablemente pensó que yo estaba siendo demasiado rudo, G se sentó a mi lado en la mañana del domingo de pascua, sonrió y preguntó que cómo estaba pero yo solo asentí con la cabeza y miré a otro lado y ella no volvió a intentarlo. Lo que G no sabía era lo mucho que yo había estado luchando para llegar a la iglesia, apenas estaba logrando quedarme en mi asiento y no estallar en lágrimas, cada uno de mis músculos estaban tensos y desesperados por huir, sin embargo una parte de mí quería estar ahí, estaba alegre de estar en mi iglesia por Pascua y unirme con mi familia de la Iglesia en cantos de alabanza al Señor.
Esto es algo que la depresión le puede hacer al cristiano, teniendo que luchar con una enfermedad depresiva severa durante más de doce años, puedo decirte que yo nunca (¡nunca!) quiero ir a la iglesia los domingos en la mañana, es una batalla agotadora cada vez y no siempre la gano, lograr pasar por la puerta es un logro pero la batalla no se termina ahí. ¿En dónde me siento? ¿Habrá alguien “seguro” para sentarme a su lado? ¿Tengo una estrategia de salida para así irme sin tener que pasar por encima de las personas o hacer alguna clase de distracción? ¿Voy a ser capaz de cantar, o las palabras saldrían como estremecimiento en su lugar? ¿Podré alzar mi cabeza lo suficiente para poder ver las palabras en la pantalla, o mi sentimiento de depresión hará que mi cabeza se mantenga abajo? Y ¿Qué si el pastor dice algo como “hable con la persona a su lado mientras los niños están saliendo”? A ese punto, un rayo de temor golpea mi corazón.
Incluso el final del servicio es difícil, ¿qué tan rápido puedo irme sin que se vea muy rudo? ¿Será que el sonido de muchas personas hablando al mismo tiempo me provoque un ataque de pánico? ¿Puedo siquiera levantar mi cabeza lo suficiente para sonreírle a alguien mientras me escabullo? Y si no, ¿pensarán ellos (otra vez) qué tan ruda y brusca soy? Una vez describí mi propia experiencia así: “Mi iglesia era como un colorido buque navegando a toda máquina pero me había caído por la borda y me estaba ahogado en un monocromático mar, mientras ellos se alejaban sin mí”. Afortunadamente, no todos los que luchan con la depresión encuentran la Iglesia así de difícil y no es verdad que para mi es así todos los domingos, a veces puedo tener una pequeña plática al final u orar con alguien antes de que me vaya. Cuando la depresión es menos severa puedo levantar mi cabeza y cantar con entusiasmo y supongo que eso es una de las cosas que se le dificulta a los hermanos de la iglesia, no saben cuál Allison se les aparecerá.
¿Cómo puedes ayudar?
Si hay alguien que sufre de depresión en tu iglesia (que es casi seguro que si lo hay, incluso si tú no sabes sobre ello), entonces por favor piensa en cómo tú puedes ayudarlos a ser parte de la familia de la Iglesia, tú podrías ser ese “lugar seguro” para sentarse y dales la bienvenida con una gran sonrisa pero conténtate con sentarse tranquilamente si no están dispuestos a hablar ese día. Si alguien de al frente los invita a platicar con la persona a su lado no añadas una presión extra a ellos, una solución simple es preguntar “¿te sientes bien para platicar hoy?” y si ellos mueven la cabeza diciendo no, solo di “está bien” y toma asiento en silencio mientras oras por ellos. Al final del servicio, cuando ellos otra vez no están dispuesto a tener una conversación, tú podrías decir algo como “es muy hermoso podre verte aquí hoy, gracias por venir”, ese poquito de ánimo podría ser lo más maravilloso que puedan oír ese día y por favor no fuerces a nadie a moverse de lugar cuando están al final, saber que pueden salirse fácilmente puede ser lo único que les permita quedarse.
Si tu iglesia tiene la opción de imprimir las letras de las canciones podrías ofrecerles esa opción y quizás así ellos puedan unirse cuando simplemente no pueden alzar la cabeza lo suficiente para mirar a la pantalla y puedan estar leyendo las palabras incluso si no están cantando. Y si alguien tiene que irse antes de que el culto termine (que es algo que he hecho muchas, muchas veces), probablemente se esté sintiendo que fracasó por hacer eso, una de las cosas que puedes decir para ayudar (que mi pastor una vez me dijo) es “cuando te veo salir temprano, no pienso que es un fracaso, creo que es genial que hayas podido estar con nosotros por un tiempo”, eso fue muchos años atrás pero esas palabras siguen animando mi alma.
Si sabes que alguien está batallando para llegar a la iglesia por favor ora por ellos esa mañana, yo tuve un amigo que hizo eso por mi cada semana y luego se acercaba a mi en el servicio diciendo que era una respuesta a sus oraciones, él ya ha partido a la presencia del Señor pero recordar sus oraciones por mi me siguen dando una herramienta para mis batallas y unirme a la familia de la iglesia y estoy muy agradecida.