Por Rafael Zúñiga
“3 Enseguida el rey le preguntó:
— ¿Hay alguien de la familia de Saúl que todavía viva? De ser así, quisiera mostrarle la bondad de Dios.
Siba le contestó:
— Sí, uno de los hijos de Jonatán sigue con vida. Está lisiado de ambos pies.” — 2 Samuel 9:3 (NTV)
Por mucho, esta es una de mis historias favoritas del Antiguo Testamento. He tenido la oportunidad de enseñar dos veces sobre este pasaje, y aun siento que me faltan palabras para expresar lo increíble que es. Es imposible que mi corazón no se conmueva al imaginar la escena de este relato. Es difícil permanecer frío al ver de manera viva, la compasión y el profundo amor de un rey poderoso por un hombre lisiado. Cada que mis ojos recorren las líneas de este capítulo, se llenan de lágrimas al contemplar que Dios me ha tratado con tanta gracia y misericordia a mí, pecador.
Por favor, no te quedes indiferente mientras vemos de cerca como actúa la gracia de Dios para con nosotros. Si en algo ayudan estos “blogs”, me quedaré completamente satisfecho.
¿Aún hay alguien?
Bien, dentro de la historia bíblica, estamos ubicados en el punto donde David ya es rey de Israel. Ya había conquistado la ciudad de Jerusalén para reinar desde allí, y ya había logrado unificar a todo Israel. No había más división en el país. Pero, aún existían algunos cuantos que huían de David por temor a ser muertos por él. La familia de Saúl, sobre todo, el hijo de Jonatán junto con su nodriza se encontraban escondidos en un cierto lugar por temor a ser asesinados. Fue la muerte de Is-boset, hijo de Saúl, lo que los llenó de temor, aunque ellos no se imaginaban que al rey David la noticia lo llenó de tristeza.
Pero, antes de continuar, retrocedamos un poco en la historia. Sabemos que Saúl perseguía a David mientras éste le servía. Conocemos de la amistad y lealtad profunda que había entre Jonatán y David. Es en esta amistad donde un pacto unió de por vida a estos dos hombres. ¿De qué trataba este pacto? De que David no matara a la familia de Jonatán cuando éste muriera (1 S. 20:14–17). Por si no lo sabías, en tiempos antiguos, cuando un nuevo rey subía al trono y era de otro linaje, tenía la obligación de hacer morir a todos los de la familia anterior, con el fin de que ninguno tuviera la intención de reclamar el trono para sí.
Pero, el corazón de David era diferente. Bien pudo haber hecho morir a cada miembro del linaje de Saúl, pero su corazón desbordaba de amor. Fue amor lo que hizo firme este pacto, y lo que hizo que esta promesa permaneciera aún más allá de la muerte. La misma gracia que David había experimentado, la estaba derramando para con los hijos de su enemigo con la siguiente pregunta: “¿Hay alguien de la familia de Saúl que todavía viva? De ser así, quisiera mostrarle la bondad de Dios”. Lo que David pretende es ser un reflejo vivo de la gracia y el amor de Dios.
De la misma forma, Dios siempre ha estado apegado a su promesa de salvación y libertad para con los suyos. Aún cuando el pecado invadió este mundo, Él prometió que proveería a un Salvador, un sacrificio que abriera camino de nuevo a su presencia. Y aunque éramos sus enemigos, sin esperanza y sin vida, Él nos amó. Y nos amó profundamente.
¿Qué clase de gracia y amor es éste? Es ese amor que se derrama sobre hombres y mujeres para darles favor y beneficios. Es esa gracia que se extiende hacia el más necesitado sin importar su condición. Es ese tipo de amor que rompe los paradigmas, y que no solo es para los “mejores”, sino para los peores, para los que menos esperamos que se lo merezcan. Ese es el amor de Dios que a David le urgía mostrar, y es ese amor que Dios quiere que recibamos de él.
Las preguntas aquí son: ¿Aún hay alguien? ¿Serás tú ese alguien?
David no está poniendo condiciones para decidir a quien si o a quien no mostrar misericordia. Solo necesitaba saber si aún había alguien vivo para cumplir con su promesa a Jonatán. De la misma forma, Dios está exclamando a gritos: “¿Hay alguien? ¡Quiero derramar mi amor inagotable! ¡Mi corazón está conmovido, lleno de compasión por ti!” (Os. 11:8). Así de increíble es el amor de Dios, que puede romper el corazón más frío y a la mente que cree no necesitar nada. Es esa gracia que toca las fibras más duras de nuestra alma y nos hace venir necesitados ante Él.
Y sí, si había alguien a quien David pudiera mostrar este amor. Y tampoco era perfecto. Estaba lisiado, inválido, en el peor lugar de su vida, lejos de la comodidad de un palacio, pero cerca del mejor momento de su vida. El momento en donde su historia cambiaría por completo.
Pregunta: ¿Has experimentado esta gracia de Dios hacia ti? Déjanos un comentario presionando el botón.
Usado con permiso de https://medium.com/@rafaelzuniga/. Puedes encontrar el artículo original aquí.
Fotografía por Brady Bellini en Unsplash
David tambien encargó que todo el linaje de Saul fuera neutralizado, si Mefi-boset, se salvó fue porque de bebe lo ocultaraon. El amor de David no era precisamente Mefi-boset,, si no a su entrañable amigo Jonathan. u fue por ese amor que Mefi-boset, recibió la gracia de David. Recuerda que Mefi-boset, pensaba que iban a matarlo.