Por Eunice Arguelles
No hay nada que me gustaría más que poder garantizarle a una persona que en su vida no habrá sufrimiento. A veces, cuando nos acercamos a Cristo podemos tener la idea de que todos nuestros problemas se resolverán mágicamente y que las cosas que nos causaban dolor no lo harán más. La verdad es que aparte del evangelio, una de las cosas más claras que la palabra de Dios nos permite aprender es, que el sufrimiento es tan inevitable en la vida de un cristiano como el experimentar el grande y magnífico amor de Cristo; son inseparables.
“Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El,” —Filipenses 1:29
Esto no es causa de tristeza, al contrario, a Dios damos gracias que nos revela las reglas del juego desde el principio, para que no nos sorprenda ninguna prueba ni tormenta. Recordemos brevemente la parábola del hombre sabio que construyó su casa sobre la roca, que cuando la lluvia, los ríos y los vientos golpearon su casa, ésta no se cayó; y el otro hombre insensato que construyó su casa sobre la arena y cuando la lluvia, los ríos y los vientos golpearon su casa cayó y fue grande su ruina (Mateo 7:24-29); en ambos casos la tormenta vino sobre ellos, la única diferencia y las más importante es que en el primer caso, el hombre sabio edificó sobre la roca que es Cristo. Sin duda la presencia de Cristo en nuestras vidas hará la travesía cuando nos toque andar por el valle de oscuridad mucho más fácil, pero no nos ahorrará el viaje por ese camino difícil.
Desde que soy pequeña hasta mi adolescencia, en donde no conocía a Dios realmente, recuerdo al pasar por situaciones tan difíciles y dolorosas que me cuestionaba muchas cosas como: tal vez hice enojar a Dios porque se dio cuenta de quién realmente soy, Dios no está conmigo, seguramente pequé de una manera tan grande que merezco el peor castigo, tal vez Dios se fastidió de darme la mano después de fallarle tantas veces, ¿cuál sería la razón de traerme a este mundo para esto?, o incluso que tal vez Dios tomaba algún tipo de placer al verme sufrir como lo hacía; pensamientos totalmente descabellados, lo sé ahora.
Conforme fui caminando con Cristo me di cuenta; cada situación que había pasado desde que tengo memoria, me había preparado para la siguiente. Sin cada una de esas situaciones indeseables, no hubiera podido conocer a Dios como lo hago ahora, no habría sentido la necesidad de conocerlo, amarlo y aferrarme a Él con las veinte uñas. Aprendí que Él sufre junto con nosotros (Isaías 63:9) y no hay nadie que deseé más, ni aun nosotros mismos, que pasemos aprobados pronto y rápido por la prueba y el dolor.
Necesitamos aprender a dar gracias a Dios por las pruebas, son una bendición tan grande, aunque en ese momento no lo parezcan (Hebreos 12:11), son regalos envueltos cuidadosamente por Dios. Si solo nos pusiéramos a pensar que cada situación que se nos presenta como un problema o prueba es diseñada específicamente por Dios para ti y para mí. Él mueve todo; personas, situaciones, cosas, emociones, tiempos; de acuerdo con lo que necesitamos aprender, de acuerdo con lo que necesita ser pulido en nosotros. Es como en los juegos, ¿cómo vamos a pasar al próximo nivel si no hemos superado los obstáculos de nivel en el que nos encontramos?; si nos pasara al siguiente nivel sin estar listos, moriríamos. Porque Dios nos ama, nos pasa por fuego, para quitar las impurezas que nos detienen del crecimiento (Salmos 66:10-12). Para ser vasos útiles, necesitamos las manos del alfarero y confiar en que Él es bueno, siempre es bueno.
Es realmente maravilloso una vez que somos capaces de ver en medio de la tormenta su luz, ahí es cuando podemos encontrar gozo, un gozo sin explicación lógica en medio del dolor, porque sabemos que Él está con nosotros, quien nos ama, en medio del dolor, Él está ahí, observándonos, doliéndose con nuestro dolor, pero expectante esperando que podamos gozarnos, confiar en que Él tiene el control de todas las cosas. Aunque parezca que estamos solos, necesitamos un corazón de fe, para que podemos ver con Sus ojos, y no esperar a que pase la tormenta para darnos cuenta de la moraleja, siempre habrá una lección, la razón de la prueba; y así darle gracias en nuestras oraciones y adoración:
“Gracias Padre, gracias por amarme tanto que te has tomado la molestia de diseñarme esta prueba para mi bien, ayúdame a ser aprobado, ayúdame a hacerte sonreír y llegar a la meta que me has preparado”.
Entre más nos resistamos en reconocer que parte del trabajo del Padre es probarnos por nuestro propio bien, lo único que causamos es que alarguemos los desiertos; como el pueblo de Israel, que por su dureza de corazón tuvo que vagar en el desierto por 40 años, cuando pudieron haber hecho el mismo recorrido en unos cuantos meses.
Seamos dóciles y agradecidos, Dios siempre ve por nuestro bien aun en la tormenta.
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Fotografía por Aziz Acharki en Unsplash
Perfectamente de acuerdo ¡Así es! Glorioso saberlo y entenderlo.
Siga siendo cumplido tu ministerio y levantándonos cada uno de enmedio del sufrimiento para seguir triunfando
Amén! Las victorias llegan por pasar por las guerras de la mano de Dios.
Exacto