Por Walter Jolon
“9 Jesús le dijo: Hoy ha venido salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham; 10 porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” —Lucas 19.9–10, BTX
Sería imposible que la salvación llegue a las casas de pecadores como Zaqueo y como nosotros si no fuera por la navidad. La navidad vista bajo diferentes perspectivas adquiere diferentes connotaciones y sentidos:
- Para un creyente legalista, la navidad no es más que una celebración pagana en la que los cristianos no deben involucrarse sino alejarse lo más que puedan para no incurrir en actos pecaminosos y desobediencia a Dios.
- Para un creyente libertino o licencioso, la navidad es la celebración adecuada para compartir con amigos para participar del “espíritu navideño” con excesos en el consumo de licor, el consumismo de la época, fiestas, parrandas entre otras actividades que exceden la libertad cristiana responsable.
- Para un inconverso, la perspectiva de la navidad de un creyente le es indiferente, él simplemente aprovecha la época, se une a la celebración con la simple noción de que se celebra el nacimiento de Jesús (si es que lo sabe) pero no repara en darle rienda suelta a sus acciones, sus vicios y su desenfreno para auto-complacer sus deseos pecaminosos entre borracheras, sexo, drogas, fiestas, etc.
El común denominador en estos tres casos es que el centro de la celebración son las personas en sí mismas, no es Jesús. Esto es como celebrar la fiesta de cumpleaños de Jesús en la que nadie recuerda que Él es el cumpleañero.
En mi caso, como creyente, reconozco que me he desviado más hacia el camino del legalista, aunque en otras ocasiones también me he desviado hacia el camino del libertino por lo que me encuentro siempre en la necesidad de ser rescatado de mi condición para mantenerme enfocado en la misión de rescate que la navidad representa en sí misma, tanto para mi rescate como para el rescate de otros pecadores.
¿Cuál es el pecado del legalista? Su juicio, crítica y condenación contra sus hermanos creyentes que celebran la navidad. Se olvida de la Gran Comisión. En este caso nos es necesario recordar las siguientes palabras del apóstol Pablo:
“1 Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. 2 Uno cree que se puede comer de todo; otro, que es débil, come verduras. 3El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado. 4¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su señor está firme o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para mantenerlo firme. 5 Uno, ciertamente, considera un día superior a otro día; pero otro considera igual todo día. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6El que tiene en estima el día, lo tiene en estima para el Señor; y el que come, come para el Señor, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, ya sea que muramos, del Señor somos. 9 Porque para esto Cristo murió y volvió a la vida: para que fuera Señor tanto de los muertos como de los que viven. 10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios.” —Romanos 14.1–10, BTX
¿Cuál es el pecado del libertino o licencioso? Su aprovechamiento de la gracia como licencia para pecar en pos de su libertad cristiana. Es irresponsable con la Gran Comisión. En este caso también es necesario que recordemos las palabras del apóstol Pablo a los creyentes romanos:
“12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que obedezcáis a sus concupiscencias; 13 y tampoco presentéis vuestros miembros como instrumentos de iniquidad para el pecado, sino presentaos vosotros mismos a Dios como viviendo fuera de los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. 15 ¿Entonces, qué? ¿Pequemos, pues no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! 16 ¿Acaso no sabéis que a quien os presentáis como siervos para obedecerle, siervos sois de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y habiendo sido libertados del pecado, fuisteis hechos siervos de la justicia.” —Romanos 6.12–18, BTX
Lo cierto es que tanto creyentes como no creyentes nos encontramos en la misma condición de Zaqueo de ser rescatados y salvados de nuestros pecados, de nuestra incomprensión o de nuestro olvido del verdadero significado de la celebración de este acontecimiento sin igual, la navidad, la buena noticia de que “nos ha nacido un Salvador”, Jesús, el Hijo del Hombre quien vino a buscar y salvar lo que se había perdido: nosotros.
Los creyentes necesitamos entender y recordar todo el tiempo que la navidad no se trata de nosotros sino de la grandeza y la bondad de Dios al enviar a su Hijo unigénito quien siendo Dios se hizo hombre como nosotros para venir y cumplir su misión de rescate o redención. La navidad es la encarnación de Dios como el Cristo en la persona de Jesús quien nace como parte del plan y la misión divina para rescatar pecadores de su condición terrible de condenación por causa de sus pecados; misión cuyo clímax de cumplimiento lo vemos en la muerte en la cruz y en la resurrección de Cristo Jesús.
¡Demos entonces alabanzas al Señor! Él vino y trajo salvación a nuestras casas, esa salvación sigue estando disponible para salvar pecadores a través de la proclamación del evangelio, del llamado al arrepentimiento de pecados por medio de la fe en Jesús.
Jesús dijo de Zaqueo: “Este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham” (Lc. 19.9 NTV). Que, de igual manera, para los que hemos profesado fe en Jesús, se pueda decir que demostramos nuestra fe haciéndola visible para otros, sin juzgar a los que celebran o no celebran, sino a centrar nuestras vidas en la exaltación del Dios encarnado proclamando y demostrando su amor, tanto hacia nuestros hermanos en la fe, como también a los que aún no han creído en Jesús e ignoran el significado de la navidad: “Emanuel, Dios con nosotros”.
La navidad es la misión de Dios enviando a su Hijo Jesús para nacer, salvar y rescatar pecadores, pero la navidad también es la misión de Dios para seguir salvando y rescatando a los que ya hemos creído en Él.
Yo sigo necesitando ser rescatado todos los días de mí mismo ¿Y tú?
Fotografía por Unsplash.