Por Salime Wheaterford
Desafortunadamente cuando tienes hijos nadie te da un manual de operación, y aunque tienes algunas ideas del impacto que quieres tener en sus vidas, la realidad de esos primeros años es tan abrumadora que poco a poco dejas todos esos gloriosos planes. Si esta eres tú, ¡bienvenida al club!
Cuando estaba embarazada, oraba por mis bebés que crecían en mi panza. Tenía sueños que se convertían en una aventura en donde el discipulado era central. Mi esposo y yo hablábamos de cómo ellos esparcirían el evangelio a todo el mundo y ¡no podíamos esperar! Esos primeros meses llegaron y me dí cuenta de que si no me daba tiempo ni de bañarme, ¡mucho menos de discipular! Pero enseñarles a mis hijos el evangelio era lo que más anhelaba hacer y poco a poco, a través de oración y de muchas conversaciones con amigas sabias, comprendí cinco verdades que hoy quiero compartir contigo.
La primera es que el enseñarle a tus hijos el evangelio comienza con tu relación con Dios a través de Cristo. Hermana, es imposible enseñarles a tus hijos acerca de un Dios al cual no te acercas o desconoces. Tu tiempo en la Palabra, tu tiempo de oración, el ayuno, todo eso es la base de tu enseñanza hacia tus hijos. Mateo 22:36-39 dice: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No puedes enseñarle a tus hijos si primero amas a Dios, pues enseñarle a tus hijos es una manera de cumplir la segunda parte del Gran Mandamiento.
La segunda verdad que quiero compartir contigo es entender la verdadera identidad de tus hijos. A la luz de la creación, tu hijo es un regalo. A la luz de la caída, tu hijo es un pecador. A la luz de la redención tu hijo necesita un Salvador. A la luz de la nueva creación, tu hijo es eterno. Es decir, que tu hijo no es un simple mortal sino un alma eterna que necesita conocer a Cristo. El entender que tu hijo es un hermano potencial o actual en Cristo cambia todo. Esta identidad debe motivar nuestros planes presentes y futuros para nuestros hijos.
La tercera es que nunca es tarde para comenzar. Tal vez no empezaste hace años y cargas una culpabilidad brutal. Dios es un Dios de redención y Él puede redimir esos años que crees perdidos (Joel 2:25-32). ¡No dejes que Satanás te paralice con esa culpabilidad! Si hoy recibes convicción empieza a enseñarles a tus hijos el evangelio.
La cuarta cosa que quiero compartir contigo es que no es tan difícil como parece. La verdad es que discipular o enseñar a tus hijos el evangelio suena como algo que solo los “profesionales” pueden hacer. Y sin embargo, hermana, Dios te escogió a ti para ser su mamá y a tu esposo como su papá. ¡Tú eres la persona más cercana a tus hijos en este mundo y por tanto lo que haces lo vas a hacer por amor! La relación con tus hijos es más importante que el talento que creas tener. Eso, aunado con la regularidad del discipulado es lo más importante. La verdad es que tus hijos no se van a acordar de la enseñanza que les diste cuando tenían 8 o 9 años. Se van acordar de que diariamente se sentaban a hacer un devocional contigo. Así que no necesitas ser profesional. Tu amor por ellos, tu relación como mamá y la regularidad es mucho más importante que cualquier otra cosa.
Finalmente, hermana quiero compartir contigo que hay muchísimos recursos gratuitos con los que puedes empezar esta maravillosa aventura. Puedes empezar simplemente hablando del sermón que escucharon el domingo o haciendo cantos de alabanza o leyendo algún credo o catecismo y hablando de estos por un par de minutos. De la misma manera, puedes encontrar en línea Biblias para niños o para jóvenes o estudios bíblicos gratuitos. Lo único que necesitas son cinco minutos diarios. Y si esto te parece mucho puedes empieza con diez minutos a la semana. Lo importante es empezar y proteger ese tiempo.
Espero hermana que estas cinco verdades que he aprendido en los últimos años sean de aliento. Recuerda que la primera enseñanza que tus hijos recibirán vendrá de ti y que nunca es tarde para comenzar. Que Dios te de la convicción y que aprendas a proteger esos cinco minutos diarios que cambiarán la trayectoria eterna de sus vidas y del mundo.
Fotografía por Unsplash.