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Por Jorge Meléndez. En la voz de Jorge Meléndez
El evangelio de Marcos es un Evangelio asombroso. Desde su inicio marca grandes parámetros que nos hacen estar a la expectativa. Marcos se ha dispuesto a hablar del “Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios” (Marcos 1:1).
La palabra evangelio era generalmente empleada no en el ámbito religioso, sino político y social. Hace referencia a una noticia que alegra en sobre manera el corazón. Cuando un rey o nuevo emperador iba a tomar el cargo supremo de la nación, eso era una buena noticia.
Marcos, sin embargo, nos habla de la estupenda noticia, de la mejor noticia y la que hará que verdaderamente el corazón se inunde de gozo, un gozo profundo y no dependiente de las circunstancias, sino más bien, de un protagonista; él lo dice claramente: “el principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.
No dice simplemente Jesús, que es el nombre dado por el ángel a María que significa “el Señor es salvación”; ni Cristo, que es la traducción griega del “Mesías” o “Ungido”, sino Jesucristo. Una expresión clara y descriptiva del personaje del cual se disponía a hablar: El Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador prometido, el que nacería de una virgen capaz de restaurar el reino de Dios, y por si quedara alguna duda sin despejar, Macos de manera enfática concluye el enunciado diciendo: el Hijo de Dios.
Este es el Evangelio, la buena noticia: una persona-suceso, es decir, la obra que Jesucristo, el Hijo de Dios llevó acabo. Solo ahí encontraremos el gozo verdadero. Así que te invito a que me acompañes en esta serie de meditaciones, y juntos descubramos la grandeza del Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios, y la importancia de su inigualable obra, para que el gozo de Dios inunde nuestra vida.