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La mayoría de nosotros piensa que es sabio visitar al doctor de vez en cuando para hacernos un examen. Da seguridad confirmar nuestra salud, pero también es un alivio identificar un problema antes de que sea demasiado tarde. No obstante, muchos de los que vivimos en el mundo de la “América cristiana moderna” —y más allá— somos reticentes a la idea de examinar nuestras vidas para ver si la Palabra de Dios confirma la salud de nuestro cristianismo. Esto es precisamente lo que Pablo dijo a los corintios:
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co. 13:5).
La realidad es que el infierno está lleno de personas que profesaron el cristianismo pero que nunca se examinaron a sí mismas. Será demasiado tarde si entramos en la eternidad solo para oír aquellas aterradoras palabras de nuestro Señor:
“Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:23).
Durante mis veinte años de camino con el Señor, siempre he anhelado saber si soy un cristiano verdadero y me he esforzado para entender la relación correcta entre la fe y los frutos de las buenas obras. El problema consiste en pensar que producir los frutos adecuados nos convertirá en el tipo de árbol adecuado. El dueño de cualquier huerto te dirá que el fruto es aquello que un árbol produce de forma natural, lo que simplemente revela la naturaleza del árbol. Si el fruto está en mal estado, podrido, o simplemente no existe, la solución no es colgar frutos de plástico en las ramas.
El “doctor” Mike McKinley nos guiará en este examen. Ten la certeza de que Mike tiene una profunda preocupación por nuestra salud espiritual, hasta tal punto que nos invita a todos a mirarnos en el espejo de la Palabra de Dios para hacernos esta pregunta: ¿Soy realmente cristiano?
— Kirk Cameron
Fuente: http://www.9marks.org
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