“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. —Gálatas 1:6-9
Si hablamos de volver esto implica que nos alejamos, pero ¿Cómo podemos determinar si estamos lejos del Evangelio? Y si estamos lejos ¿Cómo ocurrió?
La predicación del Evangelio, empezando en el Nuevo Testamento por Juan El Bautista (Mateo 3:1), la revelación del Evangelio mismo a través de Jesucristo (Lucas 4:16-21) y la continuidad de la predicación por medio de los Apóstoles nos da una pauta del Evangelio que fue encomendado a las futuras generaciones para predicar con precisión (2 Timoteo 2:15), sin alteración alguna para no caer en la enseñanza de un evangelio falso, lo cual es grave por cierto (Apocalipsis 22:19), el Apóstol Pablo lo denomina un evangelio maldito (Gálatas 1:9) debido a que no es el mensaje que cumple con el patrón y modelo proporcionado a la Iglesia para su anunciación.
El cristianismo surgió en medio de un mundo que ya poseía sus propias religiones y culturas; el judaísmo, el sincretismo que es toda una mezcla de religiones el cual fue la mayor amenaza para el cristianismo y el estoicismo que es una doctrina filosófica que proponía altos valores morales. El cristianismo, además de irse abriendo paso en medio de esas religiones ya existentes, tuvo que luchar contra doctrinas que hacían peligrar el centro mismo del mensaje, estas doctrinas fueron denominadas «herejías», dichas doctrinas fueron introducidas por personas que fueron atraídas a la Iglesia pero que venían de trasfondos religiosos diferentes. Una de las principales herejías contra la que tuvieron que luchar los Apóstoles fue el gnosticismo, que consiste en la negación de la creación, negación de la encarnación y la negación de la resurrección. Otra de las herejías que también presentó problemas para los Apóstoles fue la doctrina de Marción quien negaba la creación de este mundo material por Dios, también enseñaba que el Dios del Antiguo Testamento no es el mismo Dios del Nuevo Testamento. Cuando revisamos el surgimiento del cristianismo, podemos ver que siempre ha sufrido amenazas a lo largo de la historia, la introducción de estas doctrinas erradas a la Iglesia ha dado como resultado que, conforme el paso de los años se haya ido perdiendo el mensaje central del Evangelio. Si le ponemos la atención debida al mensaje global del Evangelio que la Iglesia está predicando y lo comparamos al mensaje predicado por la Iglesia primitiva, descubriremos diferencias abrumadoras.
Si le damos una mirada a Génesis 3:1-6 y Mateo 4:1-11 podemos ver cómo Satanás se ha empecinado en atacar y torcer la Verdad revelada por Dios, si nuestro enemigo ha tenido éxito en introducir estas doctrinas falsas, ha sido por medio de hombres que, ya sea por ignorancia de las Escrituras o conscientemente han sido instrumentos utilizados para diluir y dañar de forma flagrante el mensaje original del Evangelio.
Si el Evangelio de Jesús es el que tiene el poder de librar a los hombres de la condenación eterna, ¿Qué pasa si este mensaje es sustituido por otro evangelio? Puede ser un evangelio que le quita deidad a Jesús como Dios-Hombre o puede ser un evangelio que apele a nuestra naturaleza adámica, una naturaleza caída llena de deseos codiciosos que fácilmente puede ser seducida por un mensaje que ofrece lo que dicha naturaleza desea. El gran problema es que el engaño de este mensaje consiste en hacer creer a los hombres que su salvación está asegurada y que puede obtener muchos beneficios al convertirse en un aparente “cristiano”. Este mensaje sustituye a Cristo por beneficios y placeres y lo que genera es “cristianos” engañados creyendo ser “salvos”. El Evangelio verdadero consiste en tener como mayor riqueza a Cristo, lo demás pierde relevancia (Filipenses 3:7-8).
Si respondemos una de las primeras preguntas ¿Cómo ocurrió? ¿Cómo terminamos tan lejos del verdadero mensaje? Podemos responder que fue por medio de hombres dentro del mismo seno de la Iglesia que que han introducido con sutileza doctrinas erradas debido al descuido del estudio serio de las Escrituras por parte del Cuerpo de Cristo.
Para responder esta otra pregunta ¿cómo podemos determinar si estamos lejos del Evangelio? Podemos responder formulando otra pregunta ¿es Jesús el centro de la predicación en los púlpitos de las iglesias o donde quiera que se predique la Biblia? La respuesta puede ser afirmativa, si es afirmativa debemos asegurarnos que no se esté predicando una imagen distorsionada del Jesús de la Biblia; si la respuesta es no, esta es la preocupación central de este escrito y dicha preocupación nos conlleva a hacer de nuevo el siguiente llamado: Volvamos al Evangelio.
¿Cuál fue el mensaje del Evangelio de Juan El Bautista, Jesús y los Apóstoles?
Nuevo nacimiento, arrepentimiento, conversión, crucifixión, muerte, resurrección de Jesucristo, perdón de pecados, el infierno, la ira de Dios, auto-negación, sufrimiento a causa del Evangelio, salvación, santidad, vida eterna.
¿Cuál es el mensaje que estás predicando o escuchando? Nuestra tendencia es creer, ya sea que creamos a Dios o creamos al diablo pero en algo creemos.
Charles Spurgeon dice al respecto: “¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír”.
Los mártires no serían llamados “mártires” si no hubieran defendido las Escrituras a tal grado de dar su propia vida por ellas, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Justino, el pre-reformador Juan Huss, Juan Wiclef, William Tyndale entre otros. Si estos hombres escucharan el mensaje actual del Evangelio seguramente tendrían la misma disposición de morir por defender el mensaje original una vez dado a los santos (Judas 3).
Querido lector, si eres un predicador, tu predicación bien puede ser desde un púlpito, la escuela dominical, un seminario, un grupo en casa o de forma personalizada, recuerda, Jesús mismo es el Evangelio, predicarlo es un asunto serio, estamos lidiando con almas y su destino eterno, recordemos que un falso evangelio produce falsos convertidos, analicemos a profundidad el mensaje que estamos predicando, no apelemos a los deseos codiciosos de la naturaleza caída del hombre ofreciéndoles lo que no necesitan (salud, riquezas, prosperidad, poder, bienestar); la mayor e imprescindible necesidad del hombre caído es Cristo, Cristo es suficiente, no necesitamos nada más. Que Cristo y Su obra redentora sean el centro de tu predicación.
Sí no eres un predicador, debes tener un espíritu noble como los bereanos (Hechos 17:10) y comparar que lo que estés escuchando esté de acuerdo a lo que enseñan las Escrituras, pídele al Espíritu de Dios que te capacite para que tu comparación y tu estudio de la Biblia no sea superficial, si encuentras incoherencias o tienes dudas debes hacerlo saber con espíritu de mansedumbre y sobre todo orar a Dios para que, tanto los oyentes como los predicadores se mantengan fieles al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
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