Por Salime Wheaterford
Pregunta 1: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (a), no me pertenezco a mí mismo (b), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (c), que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g) antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación (h). Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna (i) y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.
-Un niño pequeño repetía en voz baja- “no soy mío, sino de Cristo”,- y su corazón se regocijaba. Había estado recorriendo un camino polvoso en busca de comida y refugio. Sus padres habían muerto y él estaba solo, pero no completamente solo, pues recordaba, como su papá le había dicho, que él no era suyo, que le pertenecía a Dios. Durante su caminar, el saber que estaba acompañado, le daba la seguridad y la paz que necesitaba para tomar fuerza y continuar-.
Un amigo estaba sintiendo la fuerza del azotamiento que sus enemigos le estaban dando. –En ese momento, mi amigo recordó que podía ser paciente en la adversidad, pues sabía con seguridad que nada ni nadie podría separarlo de Dios. Él continuaría compartiendo su fe y proclamando el Evangelio aun en medio de la persecución-.
“¡Ella es tan poco amable!, ¡quiere jugar con todos mis juguetes!” –Mientras hacía un berrinche, recordó que su mamá le dijo que la ley de Dios requiere amar no sólo a Dios, también a su prójimo. Se detuvo y pensó que quizá el ser amable y compartir sus juguetes era una forma de amar a su prójimo-.
Cayó una vez más. Cuando nadie la estaba viendo, entró en internet a ver pornografía. Lloró amargamente. Después, recordó que, incluso al caer, el Espíritu Santo la estaba llevando a arrepentirse para ser perdonada. Ahora, ella compartiría con sus pastores y hermanas la batalla que estaba enfrentando para dar cuentas y poder ganarla.
Estos, querida hermana, son escenarios de la vida real. Algunos más extremos que otros, pero todos llenos de esperanza. ¿De dónde viene esta esperanza? De lo que Dios nos ha revelado a través de su Palabra: primero, de nuestra necesidad de un salvador; segundo, de las promesas eternas que tenemos en Él. Pero, ¿cómo puede gente tan diferente entender las profundidades de una misma fe siendo personas de distintos contextos? A través de un catecismo.
Estoy segura de que has escuchado la palabra catecismo anteriormente. Catecismo simplemente significa “instrucción oral”. En el contexto de nuestra fe, el catecismo fue desarrollado para resumir la doctrina a través de una serie de preguntas y respuestas, con el fin de que gente de diferentes etapas y lugares pudiera tener una imagen más clara y completa de Dios, del Evangelio y de sus implicaciones.
El catecismo nos permite comprender y memorizar de una forma más práctica las verdades profundas sobre la fe cristiana. De esta manera, entendemos la vida desde la perspectiva de nuestra fe para así, actuar acorde a ella. El catecismo no son sólo preguntas y respuestas al azar, el catecismo busca una comprensión completa de la doctrina para que, cuando nos enfrentemos a cualquier circunstancia, estemos bien equipadas sabiendo de qué manera actuar para glorificar a Dios.
Sí, hermana, estamos comenzando este nuevo estudio sobre la doctrina cristiana para que, a medida que aprendamos los principios de nuestra fe, nos preparemos para enfrentar los retos de la vida. Este es un estudio muy especial. No es un estudio al que sólo tú le sacarás provecho, también podrás compartir tus nuevos conocimientos con las personas que te rodean. Yo, por ejemplo, cada día hablo de las verdades de la Biblia con mis hijos, y las conversaciones que se formar alrededor de las discusiones son retadoras, fascinantes, prácticas y actuales. La realidad de la Palabra de Dios les está ayudando a entender la cultura en la que nos desenvolvemos desde un lente cristiano. Mi oración es que estas verdades nos acompañen en este camino llamado vida. ¡Empecemos!
Comenzaremos centrándonos en el Catecismo de Heidelberg, que es considerado por muchos como uno de los escritos más influyentes de la Herencia Reformada. Antes de iniciar, quiero darte una breve reseña del contexto histórico en el que fue escrito.
Durante la década de 1560, después de las 95 tesis de Lutero en Wittenberg, la Reforma se extendió por toda Europa. Alemania, también conocido como el Palatinado, era un país protestante. Después de la muerte de Lutero, algunas facciones protestantes comenzaron a formarse, por ejemplo, los calvinistas, luteranos y zwinglianos.
La Facultad de la Universidad de Heidelberg (Alemania) tenía una mezcla de todas las facciones protestantes. La diversidad de pensamientos generó un gran debate acerca de varios temas, entre ellos el de la cena del Señor. Algunos pensaban que el pan y el vino se transformaban en la sangre y el cuerpo de Cristo, mientras que otros sostenían que estos alimentos eran simplemente un símbolo usado por los cristianos para recordar el sacrificio de Jesús. La discusión tomó fuerza y las facciones comenzaron a pelarse y a perseguirse entre ellas.
En aquel entonces, Federico III gobernaba en la capital de la parte baja de Alemania, Heidelberg. Con el objetivo de unificar la doctrina dentro de las diferentes facciones de su territorio, en 1559, Federico ordenó la composición de un catecismo. Para lograrlo, nombró a dos jóvenes para ejecutar la tarea y, aunque toda la facultad estuvo involucrada en el proceso de escritura, históricamente, Zacharius Ursinus y Caspar Olevianus son los autores.
El Catecismo de Heidelberg fue publicado en 1576. Contiene 129 preguntas y respuestas y se divide en 3 partes: la miseria del hombre, la redención del hombre y la gratitud del hombre. Bajo esta amplia estructura, el Catecismo de Heidelberg abarca los temas que son la base de la fe cristiana, por ejemplo, doctrinas de la caída, nuestra condición pecaminosa, la ley de Dios, Cristo y su redención por la fe, la justificación, los sacramentos, la confesión, los diez mandamientos, y la oración del Señor. No examinaremos cada pregunta y respuesta, sin embargo, sí profundizaremos en las doctrinas que este catecismo explora y hablaremos sobre las implicaciones de cada una de ellas en nuestras vidas.
Hermanas, estoy súper emocionada de embarcarme en este nuevo estudio con ustedes, ¡espero que ustedes también! En cuanto nuestro entendimiento y amor por Cristo crezca, oro para que este catecismo te equipe a entender mejor tu fe, para que puedas compartirlo, y para que Cristo siga siendo exaltado donde quiera que Dios te ponga hoy.
((a. Rom.14:8.- b. 1 Cor. 6:19.- c. 1 Cor. 3:23; Tito 2:14.- d. Hebr. 2:14; 1 Juan 3:8; Juan 8:34, 35, 36.- e. 1 Pedro 1:18, 19; 1 Juan 2:22, 12.- f. Juan 6:39 ; Juan 10:28; 2 Tes.3:3;1. Pedro 1:5.- g. Mateo 10:30; Luc. 21:18.- h. Rom.8:28.- i.- 2 Cor.1:22; 2 Cor. 5:5, Efes. 1:14; Rom.8:16.- j. Rom. 8:14; 1 Juan 3:3.))