Por Ady Terán
“Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón.Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Hebreos 8:10).
La navidad tiene el poder de reemplazar el sofocante agobio de las largas jornadas laborales, anestesiar por un momento los dolores de las preocupaciones y regalarnos motivos para sonreír con la gente que queremos. La navidad es un constante intercambio. A pesar de la alegría que nos regalan estas fechas, llegando enero, la vida vuelve a la rutina, y junto a ello los problemas y luchas. La navidad puede ayudarnos a olvidar por un momento nuestros problemas, pero no los desaparece. ¿Por qué? Porque nuestro verdadero problema no tiene que ver con las circunstancias que nos rodean. Nuestro problema es algo profundo, interno y complejo. Necesitamos un regalo que el aguinaldo no puede pagar.
La Biblia tiene un nombre para lo que engloba todo problema en nuestra vida. Pecado.
“Todos los pecados son intentos de llenar vacíos”, escribió Simon Weil. Y, al no poder soportar el vacío que llevamos en nuestro interior, tratamos de llenarlo con toda clase de cosas.
Por lo tanto, el más grande problema de todos, el pecado, no es “hacer cosas malas,” es algo mucho mas profundo que eso. ¿Qué pasa con las “acciones buenas” que nacen de malas intenciones? El pecado es un cáncer en el alma que va mas allá de lo que hacemos a simple vista. Es un problema en nuestro corazón.
Todo el mundo, sin excepción, tiene que encontrar algo que “justifique” su existencia. Liberarnos de ese angustioso sentimiento de vacío y carencia absoluta de significado, saber en cambio que no hemos vivido en vano. Buscamos redención, sin poder conformarnos con menos.
Al definir el pecado desde esos parámetros, se hacen evidentes las distintas maneras en que el pecado nos destruye en el ámbito personal. Sin Dios, nuestra sensación de valía puede parecer sólida en la superficie –pero sin serlo en realidad– pudiendo fallar estrepitosamente en el momento menos pensado. Si algo amenaza nuestra identidad personal, la ansiedad que provoca pronto pasa a convertirse en miedo paralizante.
Una vida no centrada en Dios acaba en vacío. El construir la existencia alrededor de algo que no es Dios no sólo nos hace vulnerables si no conseguimos lo que nuestro corazón anhela, sino que ocurre exactamente lo mismo aunque lo consigamos. Al final nuestro corazón es insaciable, ya que fue creado para encontrar satisfacción y plenitud en Dios. La forma del hueco en nuestra alma, si lo pensamos como una pieza de rompecabezas, es una forma que nada puede llenar… ninguna pieza cabe (relaciones, sexo, dinero, éxito), la única forma que encaja en ese hueco es Dios. Somos seres espirituales, ni la persona mas atea puede negarlo. Estamos hechos de algo material (cuerpo) y algo (inmaterial), el alma.
En algún momento en nuestras vidas, nos vemos confrontados con la realidad irrefutable de que no somos la clase de personas que deberíamos ser. La reacción, en la mayoría de los casos, es intentar “cambiar” y esforzarse por vivir como uno cree que debería hacerse, lo que nos llevará irremediablemente a un callejón sin salida en lo espiritual. Al final nada es suficiente. Y el esfuerzo por reformarnos a nosotros mismos es agonizante y parece no tener fin. Dice C. S. Lewis que:
“La alternativa cristiana es diferente, más difícil y más fácil a la vez. Cristo dice ‘Dame TODO. No quiero un porcentaje de tu tiempo, ni algo de tu dinero, ni otro poco de tu trabajo, para que pienses entonces que ya has cumplido. Te quiero a ti mismo. No lo que posees. Te daré un nuevo yo en su lugar. Renuncia a tu yo natural –TODOS tus deseos–, no tan sólo los que consideras malos, sino también de aquellos que crees inocentes –toda tu persona–. Y vendrás a disfrutar de un yo por completo nuevo”.
Este es el mejor regalo de Navidad. Un corazón por completo nuevo.
La única solución para nuestro verdadero problema no será cambiar simplemente de conducta, sino cambiar de corazon. Un corazón con nuevos deseos, con una manera diferente de ver la vida.
Tus relaciones pueden intentar sustituir a Dios, ofreciéndote aceptación, amor y seguridad, pero no pueden morir por tus pecados. Tus esfuerzos pueden anestesiar temporalmente los síntomas del pecado, pero no pueden quitar el cáncer de tu alma.
¿Qué le espera a un corazón enfermo? La muerte. ¿Sabes por qué murió Jesús? Murió porque la forma “justa” de pagar por el “pecado” (maldad) es la muerte. Es como amputar una pierna infectada de un virus dañino. O extirpar un cáncer maligno. Tiene que ser algo tajante, algo radical, algo definitivo, algo como la muerte. Entonces como Dios es un Dios justo necesitaba ejercer justicia sobre el pecado de los hombres, la única forma era a través de la muerte. Dice la Biblia que “la paga del pecado, es la muerte.” (Romanos 6.23). El Juez, Dios ha dicho: el acusado merece morir. Pero como Dios, además de ser Justo, es Bueno y es Amoroso, decide ofrecer una alternativa. Cristo dice: Yo tomaré el lugar de Ady. Yo moriré en su lugar. Yo pagaré por todos sus pecados (pasados, presentes y futuros), ella no tendrá que pagar por ellos, ella no tendrá que morir por ellos, yo lo haré, yo moriré en su lugar. Por esta razón Jesús murió.
La salvación que se gana por nuestros propios esfuerzos, puede adoptar la forma externa de buenas obras, pero el interior de la persona estará lleno de orgullo y prejuicios que hacen desdichada a la persona. La ley, los mandamientos, las reglas, no sirven para hacer frente al egocentrismo, ni tampoco nos libraremos del egoísmo y el orgullo tratando de ser buenas personas. Lo que el ser humano necesita es un transplante de corazón, y esto es precisamente lo que Cristo ofrece.
Jesús es el único cirujano capaz de quitar ese corazón dañado, herido, enfermo, muerto… y colocar en su lugar un nuevo corazón, y junto con ese corazón implantar nuevos afectos, nuevos deseos, una forma nueva y diferente de ver la vida. A esto la Biblia le llama: “evangelio”, lo que significa: BUENAS NOTICIAS.
Toda alternativa para un cambio será temporal, y será superficial. Solo Dios puede llegar a los rincones del alma y cambiar nuestro corazón por completo. Tu vida puede ser diferente.
La Navidad nos trae un regalo mas valioso que el nuevo iPhone o algo que se pueda comprar con el aguinaldo. Nos regala esperanza. Nos regala a un Cristo que perdona pecados. Nos regala una justicia invaluable. Una vida inmerecida. Y una identidad indestructible. Nos regala aceptacion y aprobación, en un mundo carente de satisfacción. Nos regala un amor sin caducidad, que no se marchita en el peor de los dias, ni te abandona en medio de la crisis. Nos regalo un corazón nuevo y junto con ello, una nueva vida.
¿Qué harás con tan grandioso e inmerecido regalo?
“Dios es tan rico en misericordia y nos amo tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levanto a Cristo de los muertos” (Efesios 2.4-5).
Fotografía por Unsplash.