Por Walter Jolon
“11 Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez de ella. 12Sólo hay un dador de la ley y juez, que es poderoso para salvar y para destruir; pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo?” —Santiago 4.11–12, LBLA
El mandamiento de no juzgar mal
Santiago, el medio hermano de nuestro Señor Jesús a través de su carta está exhortando a sus lectores dándoles un mandamiento para que no caigan en el pecado de difamar y juzgar mal a otros convirtiéndose así en jueces que usurpan el lugar que únicamente le corresponde a Dios por naturaleza.
Hay pecados que son muy graves y escandalosos para nosotros, por ejemplo: el asesinato, el adulterio, la codicia, el alcoholismo, la drogadicción, etc. Muchos de nosotros no agregaríamos a esta lista el pecado de la difamación, la calumnia, la murmuración o chisme porque no lo vemos tan grave, o simplemente estamos tan familiarizados con este mal que ya no nos preocupa demasiado.
Consciente o inconscientemente, este imperativo bíblico de no juzgar y hablar mal de otros es usado convenientemente por algunas personas que no quieren escuchar ninguna crítica o confrontación de su estilo de vida, de allí que muchos se escudan en la frase “Sólo Dios puede juzgarme” para vivir como ellos quieren sin que les importe el juicio de los demás y lo que puedan pensar de ellos. Esta no deja de ser una verdad en el sentido más estricto de lo que las Escrituras enseñan porque es cierto, sólo Dios tiene el derecho de juzgar, derecho que nosotros hemos querido arrebatarle neciamente muchas veces.
Juzgar mal a otros es una actitud muy grave que la Biblia no pasa desapercibida, es más, la Biblia tiene mucho qué decir al respecto de este pecado que implica calumniar, maldecir, denigrar, difamar, murmurar, detractar o hablar en contra de otras personas.
Negación a la confrontación bíblica
Pero, hay un aspecto muy grave para quienes no les gusta que critiquen sus hechos porque no están dispuestos a dar cuentas de sus pecados y, aquí está el problema, tampoco permiten la confrontación bíblica de parte de sus hermanos creyentes porque se sienten juzgados o porque sencillamente no quieren abandonar el pecado por el cual están siendo llamados al arrepentimiento.
Santiago habla de la seriedad del juicio que Dios emite hacia las personas, él lo dice de esta manera en la primera parte del versículo 12: “Sólo hay un dador de la ley y juez, que es poderoso para salvar y para destruir”. Dios es el legislador, Él es quién promulga la ley; Dios es quien ejecuta su ley, Él es juez. En cuánto a condenar o salvar pecadores sólo Él tiene ese derecho porque Él es la fuente de la ley y de la gracia.
Para los que abanderan esta frase “Sólo Dios puede juzgarme” esta parte del versículo 12 debería darles pavor porque, sí es cierto, sólo Dios puede juzgar, eso significa que Él tiene todo el derecho y potestad de destruir a quienes quieren justificar sus vidas desobedientes y rebeldes al no permitir que nadie los reprenda, confronte y llame al arrepentimiento y al abandono de sus pecados.
Nuestro Señor Jesucristo expresó con mucha claridad la razón por la cuál los hombres deberían sentir pavor y terror al no arrepentirse de sus pecados. Él lo dijo así:
“ Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.” —Mateo 10.28, LBLA
El hombre no puede hacer nada con respecto a su propia eternidad, pero Dios sí. Él puede y tiene la absoluta capacidad de destruir el alma y el cuerpo de los hombres pecadores, inconversos, necios e impenitentes en el infierno por toda la eternidad. Jesús dice “teman” a Dios puesto que, según las palabras de Santiago, Él es poderoso para destruir.
¡Siempre hay esperanza!
Ante este panorama muy sombrío emerge siempre una luz de esperanza porque Dios es así, aunque Él tiene el poder de destruir a los pecadores eternamente en el infierno, Él también es poderoso para salvar y Él quiere salvar, esa es la razón por la que instruyó al profeta Ezequiel con estas palabras:
“11 Diles: “Vivo yo”—declara el Señor Dios—“que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué habéis de morir, oh casa de Israel?”” —Ezequiel 33.11, LBLA
Dios es el Soberano Creador del universo, Juez Todopoderoso que puede juzgar para destruir, o juzgar para salvar.
Dios juzga para destrucción eterna a todas aquellas personas que no se arrepienten de sus pecados y desprecian a su Hijo Jesucristo ignorando el propósito por el cual Él nació en medio de los hombres para vivir una vida de perfecta obediencia, humillación y sufrimiento y ser así el único sacrificio sustitutivo perfecto capaz de salvar pecadores de la condenación eterna. El grave problema de estas personas es su amor por el pecado antes que su amor por Jesús en fe y obediencia para honrar al Señor con una vida, aunque no perfecta, sí obediente y honrosa.
Dios también juzga para salvación, este juicio recae sobre Jesús cuando Él es el recipiente voluntario en la cruz del Calvario para recibir la ira y el juicio del Padre para ser castigado por causa de llevar nuestros pecados sobre sí mismo y ser así objeto de maldición. A través de este juicio Dios salva a todos aquellos pecadores que depositan su fe en Jesús en obediencia y arrepentimiento al reconocer su condición miserable por causa de sus pecados y ver así su necesidad de un Salvador de sus almas. ¿A caso estas no son buenas noticias para todo hombre y mujer que ha pecado contra Dios?
“Sólo Dios puede juzgarme” debe aterrorizarnos por nuestra pecaminosidad, pero también debe llenarnos de esperanza por cuanto Él también puede juzgar para salvación. Esto debe llevarnos al abandono de todo pecado que ofende y afrenta a Dios para entonces apreciar a Jesús, su vida perfecta y maravillosa llena de obediencia, tanto así que estuvo dispuesto a obedecer al Padre para morir y salvar pecadores como tú y yo al experimentar en carne propia el juicio y el castigo de Dios.
Permite que otros hablen a tu vida
Si piensas que sólo Dios puede juzgarte tienes razón, sólo Él tiene el derecho y la capacidad de condenarte y destruirte eternamente o de perdonarte y salvarte, también eternamente a través de Su Hijo Jesús. Que tu corazón no te engañe con esta verdad y la uses para vivir a tu manera y pecar de formas diversas creyendo que nadie tiene el derecho de decirte nada (“juzgarte”) por tu forma de vivir. Permite que personas que te rodean, te aman y conocen tus debilidades hablen a tu vida y te ayuden a que veas con claridad a través de las Escrituras si estás deshonrando a Dios con tus acciones y tu forma de vivir, no esperes enfrentarte a Dios en el día del juicio y ser juzgado para destrucción, hoy puedes arrepentirte y descansar en que Jesús ya recibió ese juicio en tu lugar para tu salvación si confías en Él para que el día que te presentes delante de Dios recibas la vida eterna porque Otro fue juzgado en tu lugar, Jesús.
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