Por Isa Arenas
Hace 10 años tuve mi primer ataque de ansiedad derivado de un asalto, y hace tan sólo 3 años, experimenté ataques de ansiedad por depresión. Ya no estoy medicada, sin embargo, aun atravieso el dolor de esta angustia y me gustaría compartirte lo que este sufrimiento me ha enseñado.
Explicar qué es la ansiedad desde mi perspectiva sería algo ridículo para muchas personas. Esto es difícil entender si nunca has atravesado por un episodio de ansiedad, así que veamos algunas definiciones:
La ansiedad es una sensación de cosas concretas que nunca llegan a suceder; es un temor, regularmente un temor a morir. La ansiedad es una preocupación al futuro. La mente comienza a inventar posibles sucesos no muy agradables y suele hacerlo con mucha frecuencia.
Las pastillas (ansiolíticos u otros) pueden ayudar hasta cierto punto, pero ellas no pueden ayudarnos a ver lo que hay dentro de nuestro corazón (Proverbios 4:23). ¿Te sientes identificado con los síntomas?, yo sí.
¿Qué es lo que nos causa estos episodios de ansiedad?
Déjame iniciar redordándote que no estás sola y tampoco estás loca. Lo que principalmente nos causa ansiedad es querer tener el control de todas las cosas, principalmente del futuro, nos da miedo tener aflicción, nos da miedo lo desconocido, nos da miedo sufrir, sin embargo, Jesús nos deja esta promesa: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.” (Jn. 16.33). Nuestro Salvador nos exhorta a que cobremos ánimo, porque encontraremos muchas aflicciones en este mundo corrompido por el pecado, pero que no lo haríamos solos, recordemos que Cristo ya obtuvo la victoria final y que podemos tener su paz en los tiempos más difíciles.
En nuestra debilidad, Cristo es fuerte
Ser débiles y tener miedo es parte de nuestra naturaleza, vemos como el hombre ha dejado de confiar en Dios desde Génesis 3, hemos visto a lo largo de la Biblia cómo hemos intentado ser dioses desde que el pecado se albergó en los seres humanos, eso nos hace entender que somos débiles y que nuestra necesidad de un Salvador es parte de nosotros. Ser débiles y aceptar nuestra debilidad nos ayuda a recordar que no estamos en control de nada y que Dios está en control de todo. En 2 Corintios 12 Pablo nos explica cómo él podría jactarse de lo que le fue mostrado, él estuvo en el tercer cielo, vio cosas que jamás podríamos entender y por eso prefiere no decirlas, y en los versículos del 7 al 9 vemos cómo a pesar de estas hermosas revelaciones, el Señor permite que tenga aflicción para [que Pablo] no se vuelva orgulloso por lo que el Señor le recuerda que su gracia es todo lo que él necesita, y que su poder actúa mejor en la debilidad. Somos débiles y debemos dar gracias a Dios por ello, porque mientras somos débiles, Dios es fuerte.
Aconsejemos a nuestro corazón con la verdad
Aconsejar a nuestro corazón con la verdad de la palabra es algo que dará consuelo y esperanza a nuestra alma, la palabra es la única fuente de verdad y aferrarnos a ella es aferrarnos a lo que Dios hizo a través de Cristo por nosotros, y esta debe ser la única verdad que nos sujeta día a día. En medio de nuestro temor y ansiedad, estamos con Cristo. En 1 Tesalonicenses 5:18 Pablo no estaba enseñando que deberíamos de dar gracias a Dios por todo lo que nos sucede, sino en todo. Cuando las cosas malas nos sacuden, debemos estar agradecidos por la presencia de Dios y por el bien que Él logrará en medio de la angustia.
Amiga, recuerda que la clave para vencer el miedo y el pecado es lo que le aconsejas a tu corazón.
¿Cuál es la cura a mi ansiedad?
Algunas medicinas podrán suavizar nuestro dolor emocional y aprender ejercicios de respiración te ayudarán a que el ataque de ansiedad o pánico no sea tan dramático, pero, no curan los problemas del corazón que es en donde el pecado habita. Recordemos Proverbios 4:23.
- Identifica tus detonadores
Es importante saber el origen de lo que te causa la ansiedad. Identifica tus temores e identifica qué te impide tener plenitud en Cristo. El discipulado es un excelente tiempo para que puedas hablar de los miedos que te están causando la ansiedad.
- La depresión pasará
Cuando pasamos por la depresión, es importante pasar por esa etapa. Estás sufriendo pero Jesús mismo sufrió dolor, tristeza y rechazo, nosotros también pasaremos por esta etapa, pero, debemos saber que un día terminará y no avergonzarnos de nuestro dolor. La ansiedad sin Cristo no tendrá solución.
- No busques pasar esta ansiedad en soledad
Ríndele cuentas a alguien sobre tus luchas y sobre este proceso por el que estás pasando, oren los unos por los otros, aférrate a la iglesia, disfruta el saber que no estás solo en esta lucha que un día terminará.
- Disfruta el tiempo con tu familia y tu congregación
Cuéntales a tus pastores sobre este proceso, busca consejo y apoyo emocional, involúcrate con tus hermanos de la iglesia y verás cómo no estás solo en esta lucha de miedos y temores. Abraza a tu familia, involúcralos. Tener ansiedad no demuestra que eres inferior por lo que dicen de ti, sino que como pecador, también sufres.
Nuestro redentor ha venido y está luchando a nuestro favor en cada situación. No debemos dudar. El Dios que nos salvó es paciente y seguirá obrando en nosotros y con nosotros.