Por Benjamín Jiménez
No se necesita ser muy perspicaz para notar que algo está terriblemente mal con nuestro mundo. Navegar por Facebook, Twitter o las noticias solo hace más obvia esta realidad. Actos de violencia oprobiosos son realizados por las personas que, se supone, son líderes, por las personas que admiramos (o que admirábamos), por las personas que deberían ser un ejemplo para nuestra sociedad. Este fenómeno no está limitado a un solo país o región. El mundo entero esta en desesperanza. Gobiernos corruptos, injusticia, desastres, pobreza, genocidio, terrorismo, son solo algunas de las cosas que atribulan a las naciones.
La situación solo empeora cuando agregamos nuestro sufrimiento personal y nuestras luchas a los ya graves problemas del mundo. La injusticia es suficientemente mala a un nivel internacional y masivo, pero se hace más palpable cuando nosotros mismos somos las víctimas de la injusticia. La enfermedad a nivel mundial es horrible, pero realmente nos pega cuando somos nosotros o algún miembro de nuestra familia los que reciben el diagnóstico de que el cáncer es positivo.
Uno, sin embargo, debe de ser mucho más perspicaz para reconocer que muchos de estos males son auto-infligidos. Necesitamos muchísima perspicacia y humildad para reconocer que aparte de la misericordia de Dios, somos parte del problema, que hemos traído este sufrimiento polifacético sobre nosotros mismos.
Isaías 59
De muchas formas, nuestra situación actual es similar a la del pueblo de Israel (y del mundo) cuando Isaías 59 fue escrito. Te animo a que leas la primera sección de Isaías 59; del versículo 1 hasta el 15a.
¿Ya lo leíste? La situación es deprimente. Estos versículos podrían ser recitados casi palabra por palabra por cualquiera de nosotros ahora. Nos podemos identificar con este pasaje, o por lo menos yo, me puedo identificar con él. La cumbre de esta terrible situación es expresada vívidamente en los versículos 9-11:
“Por tanto el derecho está lejos de nosotros,
y no nos alcanza la justicia;
esperamos luz, y he aquí tinieblas,
claridad, pero andamos en oscuridad.
Vamos palpando la pared como ciegos,
y andamos a tientas como los que no tienen ojos;
tropezamos al mediodía como al anochecer,
entre los robustos somos como muertos.
Todos nosotros gruñimos como osos,
y gemimos tristemente como palomas;
esperamos la justicia, pero no la hay,
la salvación, pero está lejos de nosotros.”
La razón de estas nefastas circunstancias es explicada directamente en los versículos 2 y 12; “Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos… ” “Porque se han multiplicado nuestras transgresiones delante de ti, y nuestros pecados testifican contra nosotros…”. Los pecados del pueblo, y básicamente los pecados del mundo, causaron una separación entre Dios y ellos. De la misma forma, todo lo que está mal en este mundo, es el resultado directo o indirecto de nuestra rebelión colectiva e individual en contra de Dios.
Hay Esperanza
Mi esposa y yo estábamos leyendo este pasaje simultáneamente en nuestras propias Biblias. Por algún motivo, ella tuvo que tomar una pausa. Después de que terminó de hacer lo que tenía que hacer le pregunté que tan lejos había llegado en su lectura. Ella sólo había llegado hasta el versículo 13. Inmediatamente le insté a que terminara el capítulo completo. Los versículos 1-15a no tienen nada de esperanza. Estarías deprimido el resto del día si no terminaras el capítulo. Mi esposa me lo agradeció después de haber leído los versículos 15b-21. Te animo a que tú también leas esos versículos.
¿Los leíste? Son una imagen llena de esperanza. Dios ve que no hay nadie que traiga justicia, no hay ningún hombre que pueda traer salvación, la humanidad no tiene esperanza. Pero en lugar de decir: “Ni modo, ellos trajeron desgracia sobre sí mismos, se lo merecen,” él promete que se arremangará (una figura de que está listo para poner manos a la obra. cf. Isa 52:10) y por medio de su propio brazo; él mismo traerá la salvación que la gente tan desesperadamente necesita. Él traerá la justicia que tanto faltaba, él traerá redención “a los que en Jacob se aparten de la transgresión” (v. 20). Con razón el remanente fiel de Israel esperaba tan ansiosamente al redentor que había de venir.
Ven Jesús muy Esperado
El himno navideño de Charles Wesley (el cuál es mi favorito), Ven Jesús muy esperado, captura de forma magnífica el sentimiento que el remanente de Israel debió haber tenido cuando ellos leían pasajes como Isaías 59, así como la plétora de pasajes que profetizan la venida del esperado redentor. Lee cuidadosamente este hermoso himno:
Ven, Jesús muy esperado,
Ven, y quita de tu grey
Sus temores y pecados,
Pues tú eres nuestro Rey.
Eres fuerza y alegría,
De la tierra de Israel;
Y esperanza para aquellos,
Que te esperan con gran fe.
Naces para bien de todos;
Aunque niño, eres Dios;
Naces para hacernos buenos;
Oh Jesús, ven pronto hoy.
Con tu Espíritu divino
Reina en todo corazón,
Y tu gracia nos conduzca
A tu trono de esplendor.
Una Diferencia Esencial
Mencioné anteriormente que nos podemos identificar con la terrible situación de Israel y del mundo antes de la venida del redentor. Nuestra situación es muy similar a la de los israelitas en aquel tiempo. Existe, no obstante, una diferencia esencial entre su situación y la nuestra. El redentor esperado ya ha venido. Dios ya se arremangó y trajo salvación en su Hijo Jesús, el Cristo. Jesús es Dios poniendo “la justicia como coraza, y el yelmo de salvación en su cabeza” (v. 17). Jesús vino, tal como Isaías y todo el Antiguo Testamento predijeron, y trajo redención al pueblo de Dios.
En un sentido, como el remanente de Israel, todavía cantamos; ven Jesús muy esperado, pero a diferencia de ellos, tenemos la certeza de que Él ya vino una vez, y comenzó el trabajo de redención que Él mismo culminará cuando venga por segunda vez. Él ya ha venido a liberar a su pueblo, y aún así seguimos esperando ser completamente liberados de la injusticia de este mundo, liberados de nuestros temores y pecados, nuestros sufrimientos y luchas. Podemos hallar nuestra fuerza y alegría en Él incluso ahora. Él ya reina en nuestros corazones con su Espíritu divino. Por su propio mérito y por su gracia nos conduce al trono de esplendor donde intercede por nosotros.
De cara a lo caído de nuestro mundo, necesitamos cantar, y no solo cantar sino creer de todo corazón, y vivir a la luz de himnos como el villancico de Wesley. Necesitamos orar: Ven, Señor Jesús. Ven a liberar a este mundo, ven a quitar de este mundo nuestros temores y pecados. Tú eres la esperanza para nosotros que te esperamos con gran fe.
Pregunta¿Has puesto tu esperanza en Jesús? Déjanos un comentario presionando el botón.
Usado con permiso expreso del autor. Puedes encontrar el artículo original aquí.
Fotografía: Adobe Stock