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Por Pr. Javier DomínguezEl escritor de Lamentaciones compone cinco poemas para expresar su profundo dolor por la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su templo, así como el destierro de su pueblo como parte del juicio de Dios por sus pecados. Esto sucedió en el año 586 a.C.
El libro de Lamentaciones enseña que Dios es un implacable enemigo de los que pisotean su gracia y su Palabra; pero también que es rico en gracia y misericordia, fiel al pacto con sus elegidos; asimismo, responde a: ¿qué podemos hacer cuando Dios nos está castigando por causa de nuestros pecados?, y se desarrolla en tres partes:
1. EL DESCONSUELO Y LAMENTO DEL QUE SUFRE EL CASTIGO DE DIOS
Lamentaciones 1.12: Vosotros, todos los que pasáis por el camino, ¿no os importa esto? Observad y ved si hay dolor como mi dolor, con el que fui atormentada, con el que el SEÑOR me afligió el día de su ardiente ira.
En el capítulo 1 Jerusalén es personificada por una mujer en luto, que clama por su dolor y no es consolada por nadie. La razón de su sufrimiento es la aflicción que la ardiente ira de Dios le ha infligido justamente (leer Lamentaciones 1:18). Aprendemos dos cosas del primer capítulo de este libro.
1) Dios castiga a sus hijos. No es lo mismo que nuestra fe sea probada que ser castigados o disciplinados por nuestros pecados (1ª Pedro 4:15-16). Los juicios de Dios sobre sus hijos son el castigo o quebranto que Dios, como Padre, les envía a causa de sus pecados no confesados. El objetivo es que se arrepientan y vuelvan a la obediencia. La diferencia con “las pruebas de fe” es que estas no son provocadas por algún pecado específico cometido con anterioridad.
2) Cuando Dios decide castigar o disciplinar a un hijo, no hay quien le consuele.; no encuentra consuelo en los enemigos de Dios. Lamentaciones 1:2: Amargamente llora en la noche, y las lágrimas corren por sus mejillas; no hay quien la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, se le han convertido en enemigos. La pregunta sin respuesta que se hace en este capítulo es: ¿quién les consolará?
En el capítulo 2 lo que vemos es el lamento por la destrucción de la ciudad y el templo. Y la pregunta que hace el escritor sin obtener respuesta es: ¿quién sanará sus heridas? Esto lo contesta el capítulo 3.
2. LA ESPERANZA DEL QUE SUFRE ESTÁ EN LAS MISERICORDIAS DE DIOS
En el capítulo 3 vemos a un hombre que se lamenta: Yo soy el hombre que ha visto la aflicción bajo la vara de su furor (Lamentaciones 3:1). Tal es su sufrimiento, que llega a decir: Y dije: ha muerto mis fuerza, y mi esperanza en el Señor (Lamentaciones 3:18). Pero sucedió que en esa condición recapacitó en una verdad que les devolvió la esperanza: Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. 22 Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. 23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. 24 Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré (Lamentaciones 3:21-24).
Ellos se dieron cuenta de que Dios ya les había anunciado, por los profetas, esta justa disciplina, así como también la promesa de una posterior restauración por medio del Mesías. Comprendieron que si Dios era fiel en quebrantarlos, también sería fiel en perdonarlos, salvarlos y restaurarlos en el futuro. Así, fueron consolados en la esperanza de esa misericordia de Dios.
Esta es la paradoja del cristiano que está siendo quebrantado por Dios a causa de sus propios pecados: qué el único que puede consolarlo, sanarlo y darle esperanza, es Dios mismo. Así, el capítulo 3 nos aconseja que con esperanza, entonces: Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al SEÑOR; 41 alcemos nuestro corazón en nuestras manos hacia Dios en los cielos (Lamentaciones 3:40-41).
¿Qué debe hacer el pueblo mientras es castigado? Arrepentirse, orar y perseverar. Es lo que vemos en los dos últimos capítulos.
3. LA PERSEVERANCIA DEL HIJO QUE SUFRE
En el capítulo 4, aunque vemos una vez más al escritor lamentándose por la actual condición de su pueblo, vemos que habla con esperanza, diciendo: Se ha completado el castigo de tu iniquidad, hija de Sion: no volverá El a desterrarte; más castigará tu iniquidad, hija de Edom; pondrá al descubierto tus pecados (Lamentaciones 4:22).
Aunque faltaban 69 años para que el exilio terminara dice: “se ha completado el castigo de tu iniquidad, hija de Sion”, reconoce la promesa de restauración por medio del Mesías prometido y la venganza de sus enemigos.
En el capítulo 5 vemos una oración de lamento, que al final expresa su confianza en la soberanía de Dios: Mas tú, oh SEÑOR, reinas para siempre, tu trono permanece de generación en generación… 21 Restáuranos a ti, oh SEÑOR, y seremos restaurados; renueva nuestros días como antaño (Lamentaciones 5:19-21). “Renueva” significa “ser restablecidos sobre una base nueva”, es decir, el Nuevo Pacto. Así, entonces reconocen que Dios es el rey eterno, que Dios gobierna, que Él es el que los ha llevado, y Él será quien los sacará.
IDEA CENTRAL DEL LIBRO
La idea central del libro de Lamentaciones es mostrar que, ante el desconsuelo por la destrucción de la ciudad por el juicio de Dios, el escritor confía y pone su esperanza en las misericordias de Dios; reconoce el pecado de su pueblo y ora por la salvación en el Nuevo Pacto.
EL EVANGELIO
El libro de Lamentaciones enseña que Dios es un implacable enemigo de los que pisotean su gracia y su Palabra; pero también es rico en gracia y misericordia, siendo fiel al pacto, restaurándolos en algún momento por medio de su Mesías prometido.
Desde Génesis, Adán y Eva fueron exiliados del jardín del Edén a causa de sus pecados. Luego, Israel es escogido para reparar ese exilio. Dios los lleva a la tierra prometida, ahí estaría el rey de Dios, el templo de Dios y el pueblo de Dios. Él sería su Dios y ellos su pueblo; pero ellos pecaron, aborrecieron el pacto.
Por tanto, ahora Dios traería al último Adán, el verdadero Israel, al verdadero hijo y siervo obediente, uno que no tendría pecado y traería el reino de Dios a la tierra. Ese es Jesús. Él fue quien sufrió vicariamente su propio exilio en la cruz para traer justicia de Dios y perdón eterno de pecados a sus escogidos, y así establecer su pueblo eterno.
Apocalipsis 21:3-4: Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. 4 El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.
¿Qué podemos hacer cuando Dios nos está castigando por causa de nuestros pecados? Confiar, orar y poner nuestras esperanzas en las misericordias de Dios, mediadas por Jesucristo, mediador del Nuevo Pacto.
IMPLICACIONES PARA NOSOTROS HOY
A los no creyentes:
1. Reconoce que Dios es implacable en sus juicios; teme a Aquel que puede enviarte al infierno.
Mateo 10:28: Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.
A los creyentes:
1. Oremos al Señor cuando estemos en disciplina y volvamos a Él.
En el libro de Lamentaciones, orar es estar delante de la presencia de Dios derramando el corazón (2:19); es implorar por misericordia, consuelo, venganza y por nuestra salvación, estando seguros de que Dios oye a los que se arrepienten de sus pecados; pero nos aclara que Dios responde según su voluntad (3:55-57) y no la nuestra.
Entonces ¿para qué orar? Para pedir a Dios que cumpla su propósito y voluntad, aunque implique seguir sufriendo las consecuencias del pecado por un tiempo más. La fe no mueve la mano de Dios; pero sí las nuestras hacia obras justas, y eso implica orar.
2. Proclama la Palabra al que sufre por sus propios pecados.
PASAJES CITADOS EN EL SERMÓN
Lamentaciones 1:2,12,18; 1ª Pedro 4:15-16; Lamentaciones 3:1,18,21-24; 2:11-12,19; 2:15; 3:55-57; 4:17; Apocalipsis 21:3-4; Mateo 10:28
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Sermón predicado el Domingo 18 de marzo de 2018 en la iglesia Gracia Sobre Gracia de San Salvador, El Salvador.
Fotografía Glo Bible
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