Por Diego Portillo
UNA NUEVA HUMANIDAD
Colosenses 3:5-17
Luego de haber dejado claro que los creyentes están completos en Cristo (que no necesitan agregar nada al sacrificio de Jesús para ser aceptados completamente por Dios) y que los rituales, las experiencias místicas y el duro trato del cuerpo no constituyen la esencia de la vida cristiana, Pablo pasa a explicarles a los colosenses cómo deben vivir en este mundo. En este pasaje, Pablo nos muestra cómo luce la vieja naturaleza, a la cual debemos matar, y cómo luce la nueva naturaleza, de la cual nos debemos revestir como escogidos de Dios, santos y amados. En otras palabras, este pasaje nos describe cómo luce la nueva humanidad que Dios está creando en Cristo.
LA VIEJA NATURALEZA (v. 5-9)
Aquí vemos que Pablo llama a los colosenses a matar todo aquello que es propio de la naturaleza pecaminosa. Como escribe Francisco Lacueva, “dar muerte al pecado no es acabar de una vez con él, pues eso es imposible en esta vida…En la práctica de la vida cotidiana, consiste en decir continuamente «¡No!» a lo que nuestro viejo «yo» desearía por inclinación natural.” Habiendo derribado todo argumento que traiga gloria al hombre en la batalla contra el pecado, Pablo puede ordenarles a los colosenses que hagan morir los patrones pecaminosos en su vida en virtud de la plenitud que tienen en Cristo, de la esperanza de la cual ahora disfrutan, y de la nueva naturaleza que por gracia han recibido.
En esta descripción que Pablo pasará a hacer de la vieja naturaleza, él habla de algunos pecados que caracterizan la vida de todo no creyente. Cuando los leo, me viene a la mente la errónea distinción que muchas veces hacemos entre pecados escandalosos y pecados poco ofensivos. Y aunque es errónea, la usaremos en este artículo para luego demostrar que todos son igualmente ofensivos a la santidad de Dios.
Pecados Escandalosos (v. 5-7)
Si un miembro de la congregación comete este tipo de pecados, seguramente muchos le harían sentir su vergüenza, simplemente porque estos nos parecen pecados “grandes,” y en realidad lo son. Veamos esta lista de manera sencilla:
- Fornicación: (del griego porneia, muy parecido a nuestra palabra pornografía). Esta palabra se refiere a toda forma de inmoralidad sexual (NVI), especialmente la fornicación (relaciones sexuales entre solteros).
- Impureza: se refiere a toda forma de impureza moral, especialmente respecto a cosas sexuales. Se trata de aquella inmoralidad que se origina en la mente y que luego lleva al hombre a cometer actos pecaminosos.
- Pasiones desordenadas: Deseos y acciones degradantes y repugnantes ante la santidad de Dios. Leemos en Romanos 1:26 que estas pasiones desordenadas se identifican directamente con las prácticas sexuales contra naturaleza, como la homosexualidad y el lesbianismo.
- Malos deseos: Todo deseo que no involucre la gloria de Dios en aquello que deseamos, especialmente con respecto a cosas que encuentran una clara prohibición en la Escritura y que sabemos que nos apartarán de Dios.
- Avaricia: Deseo por tener más y más aun por encima de la necesidad. Esto es idolatría, al igual que todos los demás pecados mencionados en este versículo.
“Por todas estas cosas,” dice Pablo, “la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,” es decir, aquellos que no han sido regenerados por el Espíritu Santo. Esto de la ira de Dios se refiere al juicio de Dios. Su ira se demuestra en dejar a las personas caer en una degradación mayor (Ro. 1:24, 26, 28), y también en el castigo por el pecado, tanto en el presente como en el juicio final. Afortunadamente, estas cosas ya no caracterizan la vida de los creyentes, sino que constituyen el estilo de vida de una persona no regenerada, y deben quedar en el pasado para nosotros. Nuestra vida ahora ya no debe ser dedicada al placer de nuestro cuerpo, sino a la gloria de Dios.
Pecados poco ofensivos (v. 8-9)
Estos versículos son una de las razones por las que desde el principio quise escribir estos artículos, pues muchas veces en la iglesia local estos pecados son vistos como inofensivos, o como “pecados pequeños.” Sin embargo, el hecho de que Pablo llame a los colosenses a dejar también todas estas cosas nos deja claro que estas actitudes ya no deberían formar parte del carácter del cristiano. Estos problemas de carácter no deberían hacernos sentir orgullosos, sino avergonzados; parecen inofensivos comparados con los anteriores, pero son pecados de la misma magnitud ante la santidad de Dios.
- Ira:
- Enojo: todo rencor que pueda promover acciones violentas contra nuestro prójimo.
- Malicia: toda mala intensión, placer en ver el mal ajeno.
- Blasfemia: ofensas contra nuestro prójimo, calumnias.
- Palabras deshonestas: todo aquello que es obsceno e indecente.
- Mentira: distorsionar la realidad.
Me gusta tanto lo que William MacDonald dice en su comentario a este versículo: “Cada día de nuestras vidas nos sentimos tentados a distorsionar la verdad. Puede ser reteniendo información en un formulario del impuesto sobre la renta, o copiando en un examen, o incluso exagerando los detalles de una historia. La mentira se vuelve doblemente grave cuando dañamos a alguien con una falsa declaración, o creando falsas impresiones.”
Todo lo anterior, sin importar lo escandalosos o sutiles que puedan ser esos pecados, son el conjunto de acciones y pensamientos que rigen la vida del viejo hombre con sus hechos. Ahora que los creyentes han recibido la circuncisión espiritual de Cristo, su cuerpo ya no les pertenece pues el viejo hombre ha muerto al pecado. Ahora los creyentes deben, como dice el pastor John MacArthur en uno de sus sermones, “hacer que su andar encaje con su posición,” lo cual en este contexto significa despojarse de todo aquello que no glorifica a Dios y cultivar actitudes y hábitos que le traigan gloria.
LA NUEVA NATURALEZA (v. 10-17)
La nueva naturaleza no es simplemente una nueva forma de vivir, es literalmente una nueva humanidad que Dios está creando por medio de la predicación y aplicación del evangelio a los pecadores (2 Cor. 5:17). En esta nueva naturaleza, los creyentes tienen nueva identidad, nuevas virtudes, nueva autoridad, y nuevo propósito.
Nueva identidad (v. 10-11)
Para entender esta parte, es necesario tener en cuenta que el hombre no regenerado ha arruinado la imagen de Dios que fue implantada en él en el principio. Desde el momento en que Adán y Eva pecaron, todos los seres humanos nacemos separados de Dios y ya no nos dejamos guiar por él, sino que nos hemos obstinado en desobedecerle. En contraste, el nuevo hombre se va renovando diariamente a la imagen del que lo creó. Cabe preguntarnos aquí cuánto nos parecemos a Jesús desde que su gracia nos alcanzó.
Esta renovación espiritual es gradual, no es inmediata. Llegará un día en el que lleguemos al conocimiento pleno. Esto sucederá cuando Cristo venga; en ese momento seremos como él, porque le veremos tal como él es (1 Jn. 3:2). Ahora, el hecho de que aún vivamos en este cuerpo pecaminoso no debería desanimarnos de estar seguros que nuestra identidad no se define por la raza, por la cultura, por los gustos, por la clase social. Cristo es nuestra identidad, y estamos completos en Él.
Nuevas virtudes (v. 12-14)
Cuando no habían sido regenerados por el Espíritu Santo, los colosenses eran personas que se dejaban guiar por la mente y la carne. Estaban en abierta y deliberada desobediencia a Dios. Pero ahora que pertenecen a Cristo y que se están renovando a la imagen de su Creador, tienen la responsabilidad de cultivar las nuevas virtudes que agradan a Cristo. En la lista siguiente vemos esas nuevas virtudes que todos los creyentes debemos cultivar.
- Misericordia: compasión hacia los que sufren.
- Benignidad: bondad, amabilidad.
- Humildad: saber que todo es por gracia, que no merecemos nada.
- Mansedumbre: gentileza hacia los demás, lo contrario a la impulsividad que es propia de la vieja naturaleza.
- Paciencia: saber esperar con una actitud adecuada.
- Tolerancia y perdón: debemos entender que somos parte de un cuerpo, no somos creyentes individuales. Cuando otros nos ofendan, debemos recordar que Cristo nos perdonó y debemos perdonar así a los demás.
- Amor: sólo el amor puede evitar que nos dividamos en categorías de cristianos o por nuestros propios gustos o defectos. El amor es el vínculo perfecto, y Romanos declara que ha sido derramado en nuestros corazones.
Estos son los nuevos valores y virtudes que rigen las vidas de aquellos que están siendo constantemente conformados a la imagen de Cristo. Estas nuevas personas ya no viven para sus propios placeres sino para glorificar a Dios en la comunidad de creyentes donde por gracia han sido puestas.
Nueva Autoridad (v. 15-16)
Pablo sabía bien que siempre en una comunidad habrá conflictos, pero en el cuerpo de Cristo, la paz debe ser el árbitro, quien mande y gobierne la comunión de los creyentes. Siempre que los colosenses se enfrentaran a un conflicto, ellos debían dejar que la paz de Dios pudiera gobernar y funcionar como un árbitro. Es por ello que Pablo manda a los Efesios a ser solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3).
Otro aspecto de suma importancia en esta nueva humanidad es que ahora ya no definimos el bien y el mal por nosotros mismos, sino que esa función ha regresado donde siempre debió estar: Dios mismo. Es su palabra la que debe tener la autoridad en la enseñanza, la consejería, y la alabanza del pueblo de Dios. Por eso dice Pablo que esa palabra debe abundar en nosotros.
Nuevo Propósito (v. 17)
Como en 1 Cor. 10:31, el gran propósito de esta nueva humanidad que ha sido creada a imagen de Cristo y que se va renovando hasta el conocimiento pleno, dejando las cosas terrenales y vistiéndose de virtudes cristianas, es glorificar al padre por medio de Cristo. Todo lo que hacemos, sin importar qué tan mínimo e insignificante sea, debe ser hecho en el nombre del Señor Jesucristo. Esa es la manera en que podemos saber si estamos yendo por el camino correcto o si necesitamos rectificar algunas cosas en nuestras vidas e iglesias.
Dios nos llene de discernimiento y poder para dejar lo terrenal y revestirnos de Cristo. Dios te bendiga.