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Por Walter Jolón
Muchas iglesias en el tiempo de la adoración (aunque nunca hay un tiempo específico para adorar, siempre adoramos, la pregunta es ¿qué?), el tiempo que conocemos como la parte del programa antes de la predicación, muchos de los responsables de dicho tiempo han creído que ellos son los responsables de atraer y hacer descender la presencia de Dios, hay una invocación de su presencia a través de la música y cánticos, en otras ocasiones, durante tiempos de oración o intercesión individual o colectiva también se invoca la presencia de Dios, queremos que la presencia divina se manifieste, y la forma de identificar esa manifestación a veces es a través del llanto, movimientos bruscos de las personas, gritos, entre otras cosas que rayan la blasfemia porque se le atribuyen al Espíritu Santo pero que no tienen sustento bíblico para creer que es la presencia de Dios obrando en esos momentos.
En los tiempos bíblicos hubo hombres como Moisés, Isaías o Josué que experimentaron la presencia divina a través de teofanías, ante dicha manifestación cayeron postrados llenos de pavor al ser testigos de la gloria refulgente (shekiná) de Dios, nosotros no podemos simplemente pedir a Dios su presencia, al experimentarla, tendríamos también que caer postrados de miedo al contemplar la santidad gloriosa del Señor ante nuestra pecaminosidad. No se trata de invocar su presencia, se trata de que nuestra mente esté informada de que Dios el Señor está en todo lugar, eso nos llevará a exclamar al igual que Elías: “«Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos que yo lo diga.»” —1º Reyes 17.1, RVC. Dios no estaba manifestado de forma visible ante Elías, pero Elías sabía que estaba ante la presencia de Dios; saber que estamos ante la presencia de Dios afirma nuestra identidad como cristianos, sabemos que nuestro Dios y Padre está ante nosotros, que no hay conflicto por nuestro pecado ante su presencia porque Cristo anuló ese conflicto, el apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera: “19Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación.” —2 Corintios 5.19, RVC. La enemistad entre Dios y nosotros ha sido anulada por Cristo, cuando por la fe somos justificados, Jesús es nuestro pacificador, Jesús hace posible que podamos replicar las palabras del profeta Elías: “«Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy»” en donde quiera que estemos y a donde quiera que vayamos.
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Excelente articulo, veo continuamente como en la iglesia muchas personas se mueven de una manera desorganizada y que ciertamente intimidan aun a los propios Cristianos, estamos muy equivicados de lo que es la presencia de Dios, si la presencia de Dios esta en nosostros nuestra vida lo debe reflejar, esos son los frutos del Espiritu. por ejemplo yo no puedo decir que siento la prescencia de Dios y no tener paz, lo digo por experiencia propia aun en los momentos mas dificiles he experiementado paz que sobrepasa todo entendimiento y lo unico que siento cuando se me manifiesta la presencia de Dios es pedir perdon solo dar gracias sconocer que no merezco tanto amor y en general con corazon quebrantado. es hora de que acaben los shows en la iglesia y respeten de verdad la presencia de Dios.
Gracias Michel, tienes razón, es necesario tener reverencia por la presencia de Dios. Bendiciones.
Es verdad el error que cometen al darle a las alabanzas otros poderes que no sea el de adorar, al Rey de reyes y Señor de señores, con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. Invocan como buenos brujos acontecimientos, hechos sobrenaturales. crean falsas expectativas en los presentes que luego no pasa nada, o como dice el autor manifestaciones raras que no vienen del E.S. Actualmente actuaciones teatrales forman parte del culto. y lo peor saturadas de decretos y declaraciones de sanidad, echando la pobreza, llenando de riquezas a los presentes. Poniendolo a Dios a su servicio para que cumpla sus decretos y declaraciones. Faltaba más.