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Por Jorge Meléndez. En la voz de Jorge Meléndez
Es común que, al hablar de la Iglesia, lo primero que pensamos es en un edificio —yo lo pensaba así, y varios de los interesados en unirse a nuestra congregación también.
Comenzaré definiendo lo que la Iglesia es: De manera sencilla y significativa diré que es una comunidad de creyentes que han reconocido la obra redentora de Jesucristo el Hijo de Dios a su favor, reconociendo además Su señorío supremo, sometiéndose a Él y comprometiéndose a seguirlo, adorarlo y obedecerlo en su vida terrenal y cuando sean reunidos con Él en la eternidad.
La Iglesia somos una comunidad de pecadores salvados por Jesús, que anhelan conocerlo y servirlo por la gratitud de su amor infinito mostrado en la cruz del Calvario; y sin duda, no hay mejor ilustración de qué es, y cómo funciona, que las palabras del apóstol Pablo:
“27Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” —1 Corintios 12.27, RVR60
Pablo inicia el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios hablando sobre los dones espirituales, y asegurando que nadie puede llamar a Jesús Señor si no es por el Espíritu Santo. Él une a estos que ‘por el Espíritu’ confiesan a Jesús como Señor—es decir, la Iglesia—como un organismo multiforme, pues hay: diversidad de dones (v.4), de ministerios (v.5), de operaciones (v.6), manifestaciones del Espíritu (v.7), pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere (v.11). Notemos que todos tienen el mismo ministerio, ni los mismos dones, pero todo es para provecho mutuo (v.7).
En su carta a los Romanos igualmente usa esta ilustración diciendo:
“4Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” —Romanos 12.4–5, RVR60
La expresión “el cuerpo de Cristo” es usada para llevar a la iglesia en Roma—la comunidad de creyentes—a aplicar las verdades centrales del Evangelio que habló en los 11 capítulos anteriores, haciéndoles ver que la iglesia es una pluralidad diversa.
Veamos las similitudes del cuerpo y la Iglesia:
Es plural.
Al decir “plural” enfatizamos que es una comunidad de individuos—como ya lo dije antes. Un cuerpo, aunque es un solo cuerpo, está formado por diversos miembros. Un miembro no es el cuerpo, ni el cuerpo es un solo miembro. El cuerpo se forma con la unión de todos esos miembros.
Es diversa.
Nuestro cuerpo tiene miembros que son completamente diferentes. La mano no tiene la misma función que el pie. El oído no es igual que la nariz, aunque están muy relacionados; pero todos son necesarios e indispensables para el correcto funcionamiento del cuerpo. Un hombre puede caminar sin una mano, pero tendrá complicaciones en ciertas actividades. Lo mismo pasa con la Iglesia: somos una comunidad de individuos completamente diferentes, cada uno con una función específica.
Funciona en armonía.
Al ver nuestro cuerpo —incluso en este momento— estás enfocado en leer esto. Tu pie no está brincando, tus ojos no están viendo a otro lado, todo funciona en armonía para llevar a cabo una obra ya estipulada por la cabeza; además, sería ridículo que la boca quisiera funcionar como ojo y el ojo como oído ¡Sería un completo caos! Cada uno está creado para determinada actividad específica ¡Así la Iglesia!. Variedad de miembros, diversas capacidades, dones, talentos, y debe funcionar en armonía de otro modo será un caos. Solo así podremos llevar a cabo la obra que la ‘cabeza’—Cristo (1 Corintios 11.3) —ha mandado a hacer.
Un testimonio personal
Cuando comprendí que la iglesia de Cristo es un cuerpo, esto impactó mi vida. Primeramente, en la forma en pastorear la iglesia. Trato de identificar las capacidades de cada individuo, cuáles son sus dones, entender su llamado y ayudarles, aun a varios, a entenderlo ellos mismos y para darles la libertad a ejercerlo. En segundo lugar, entendí cuál es mi función dentro de ese cuerpo. Reconocer mis dones y talentos, me llevó a saber cómo puedo edificar la Iglesia de Cristo. Muchos son más capaces que nosotros y en humildad debemos reconocerlo y permitir que con sus dones y talentos junto a nosotros edifiquen el cuerpo de Cristo. Ahora servir es un deleite, porque comprendo dónde está mi lugar, aunque en ocasiones no sea tan visible como quisiera. Comprendí también que todos somos miembros los unos de los otros, que somos un cuerpo, el cuerpo de Cristo: la Iglesia.
Manténte atento o atenta a la serie. Esperamos que la disfrutes y la compartas con tus hermanos de la iglesia, tus familiares, tus amigos y tus conocidos.
Pregunta: ¿Y tú, estás eres un miembro activo del cuerpo de Cristo, Su Iglesia? Déjanos un comentario presionando el botón.
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