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Por Diego Portillo
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos,
y miembros de la familia de Dios
Efesios 2:19
El teólogo Wayne Grudem define la iglesia como “la comunidad de todos los verdaderos creyentes de todos los tiempos.” ((Grudem, W. Doctrina Bíblica. Edición de Kindle.)) Esto, escribe él, “debe incluir por igual a los verdaderos creyentes de todos los tiempos, tanto los de la edad del Nuevo Testamento como los de la edad del Antiguo Testamento.” Me parece muy apropiado y muy en sintonía con lo que Efesios, la gran epístola de la Iglesia universal, nos enseña.
Esta carta nos muestra muchas cosas maravillosas acerca de la Iglesia de Cristo. Esta comunidad de todos los verdaderos creyentes es tan versátil y especial en el plan de Dios que el apóstol Pablo la describe con distintas frases y palabras. Una de esas frases que Pablo aplica a los creyentes es “miembros de la familia de Dios.” Esta frase significa que todos los creyentes, tanto judíos como gentiles, son parte de un solo grupo que Dios tuvo a bien crear en Cristo para mostrarle las riquezas de su gracia a través de colmarlos de bendiciones espirituales infinitas (Ef. 1:3). En esta gran familia, cada persona tiene los mismos derechos y los mismos deberes, justo como en toda familia. En este artículo quiero que reflexionemos en tres puntos que me parecen sumamente importantes.
1 – Entramos en la familia de Dios por medio de Cristo: Dentro de la familia de Dios, sólo hay un papel que los seres humanos pueden jugar, y ese es el papel de hijos de Dios. Ser hijos de Dios significa que Él es nuestro Padre y por tanto tiene cuidado de nosotros en todo lo que necesitamos, que estamos incluidos en cada una de las promesas y bendiciones que Él ha tenido a bien dar a sus hijos en su Palabra.
En el mundo antiguo, específicamente en tiempos del Nuevo Testamento, se dice que había dos formas de formar parte de una familia. Primero, formabas parte de una familia si habías nacido dentro de ella; esto te daba el derecho natural de acceder a todas las posesiones que tus padres tenían. La segunda manera de ser parte de una familia era por medio de la adopción; esta manera también te daba todos los derechos necesarios, como si hubieras nacido en la familia. Un dato interesante es que, aunque en ese tiempo un padre podía repudiar a su hijo natural y quitarle los derechos de hijo por alguna desobediencia, se dice que la ley romana prohibía que un hijo adoptado fuera rechazado. En la familia de Dios, todos nacemos y somos adoptados; y todo esto sucede por medio del sacrificio que Jesús hizo en la cruz para salvarnos y la obra que el Espíritu hace en cada uno de nosotros.
Primero, somos unidos a la familia de Dios cuando nacemos de nuevo al creer en Cristo como nuestro Salvador. Eso es precisamente lo que el apóstol Juan afirma en el primer capítulo del Evangelio que lleva su nombre:
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
Vemos aquí que los creyentes en Jesús reciben la potestad o el derecho de ser hijos de Dios en virtud de su unión con Cristo. Este hecho se describe en estos versículos como un nacimiento, el cual es espiritual, ya que no proviene de la voluntad humana, sino de la voluntad divina que tuvo a bien regenerarnos y hacernos nacer de nuevo para que formemos parte de la familia de Dios. Por tanto, podemos afirmar que si formamos parte de la gran familia de Dios que es la Iglesia, es porque hemos nacido de nuevo por medio del Espíritu Santo al creer en Cristo.
Segundo, somos unidos a la familia de Dios por medio de la adopción espiritual que él en su gracia nos otorga. Como bien lo indica el pastor John MacArthur, “Adopción” es el acto de incorporar a la familia propia a una persona que ha sido engendrada por otra persona. Puesto que los seres humanos no regenerados son por naturaleza hijos de Satanás la única manera en la que pueden convertirse en hijos de Dios es mediante un acto de adopción espiritual.((MacArthur, J. Biblia de Estudio MacArthur. Grupo Nelson.)) Y eso es precisamente lo que Pablo escribe a los gálatas:
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (Gálatas 4:4-5)
Los seres humanos nacemos físicamente y nos pasamos nuestras vidas en un estado de muerte espiritual. La ley nos condena, ya que ninguno de nosotros puede cumplir con las cosas escritas en la Palabra de Dios en nuestras propias fuerzas. Sólo por medio del sacrificio que Cristo ha hecho, la deuda que tenemos con Dios ha sido pagada y hemos sido adoptados a la familia de Dios.
Esta verdad de gálatas queda muy bien plasmada en una frase atribuida al escritor C.S. Lewis, que reza más o menos así:
“El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres llegaran a ser Hijos de Dios”
Por tanto, estas son las dos maneras en que los seres humanos son unidos a la gran familia espiritual de Dios que es la iglesia: el nuevo nacimiento y la adopción. Como una última nota solo podemos afirmar que ambas son y deben ser realidad en todos los miembros verdaderos de la familia de Dios.
2 – Ser parte de la familia de Dios nos da derecho a disfrutar todas las bendiciones de nuestro Padre: Justo en el inicio de la carta a los Efesios, Pablo explota en adoración al Señor por las bendiciones espirituales que él ha concedido a sus hijos en Cristo (Ef. 1:3). Estas bendiciones se relatan específicamente en los versículos 4 al 14 y a lo largo de toda la carta.
Como ya lo hemos afirmado antes, el ser parte de una familia, ya sea por nacimiento o por adopción, otorga a la persona el derecho de recibir todas las posesiones y dádivas del padre. Y esto es precisamente lo que sucede con todos los creyentes, pues hemos nacido de nuevo y hemos sido adoptados a la familia de Dios (Ef. 1:5), por lo cual él es nuestro Padre y nosotros somos los beneficiarios inmerecedores de todos los regalos y bendiciones que fluyen de su gracia.
En nuestro estado natural, somos como el hijo pródigo que en Lucas 15 se rebela vergonzosamente contra su padre, se aleja de él y desperdicia todo lo que su padre le da. Somos rebeldes, desagradecidos y desobedientes constantemente a nuestro Creador. Sin embargo, nuestro Dios es como aquel padre que cuando el hijo regresó le puso anillo en su mano, le dio la mejor ropa, e hizo banquete para celebrar su regreso. Esto no refleja otra cosa más que la total aceptación de parte del padre y que los derechos completos de hijo son dados nuevamente a este hijo rebelde.
Por la soberana y dulce gracia de Dios, una vez que somos adoptados a la familia de Dios, somos acreedores de toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales en virtud de nuestra unión con Cristo.
3 – Ser parte de la familia de Dios supone responsabilidades hacia los demás miembros de la familia: Otro de los pasajes donde Pablo habla de la iglesia como la familia de Dios, es Gálatas 6:10, donde escribe: Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gá. 6:10). En este texto se nos da una idea de la responsabilidad sublime que tenemos los creyentes al compartir con otros el precioso privilegio de formar parte de la familia de Dios.
Como personas que han sido creadas en Cristo para hacer buenas obras (Ef. 2:10), estamos en la responsabilidad de hacer bien a todas las personas, según tengamos oportunidad. Claro, si Dios nos ha dado esa capacidad por su Espíritu, también debemos confiar en que él nos dará las oportunidades para hacerlo. Ahora, uno de los énfasis principales que debemos hacer es hacer bien a los miembros de nuestra familia espiritual. Esa es una responsabilidad directa que tenemos como miembros de esta asamblea de los redimidos que Cristo compró con su sangre en la cruz.
Nuestra oración debe ser que podamos experimentar cada día más la bendición de estar conscientes de que formamos parte de la gran familia de Dios, que tenemos un Padre bueno que nos colma de bendiciones, y que tenemos una responsabilidad directa hacia nuestros hermanos.
Manténte atento o atenta a la serie. Esperamos que la disfrutes y la compartas con tus hermanos de la iglesia, tus familiares, tus amigos y tus conocidos.
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