Por Luis Gallardo
En medio de la fricción, la discusión y las heridas, difícilmente hay solo un responsable en los conflictos matrimoniales. Aunque no estoy diciendo que no existan casos específicos donde hubo solo un culpable, esos casos son más esporádicos. Son mucho más las veces, y en lo cotidiano, donde hay culpa y responsabilidad compartida. Seguido, desde la perspectiva de cada quien, el “otro” empezó. Y si, algunas veces habrá sido definitivamente alguien el que empezó, desde un gesto, un comentario sarcástico, hasta una palabra claramente ofensiva, pero también está el que contraataca y algunas veces hasta con más fuerza. Entonces sería un círculo de nunca acabar el descubrir quién es el “más más” culpable. Más bien “Las personas sensatas no pierden los estribos; se ganan el respeto pasando por alto las ofensas” (Prov. 19:11). Así es que ninguno fue sensato, ninguno fue sabio, ambos comparten falta de sabiduría. Por el otro lado “Las palabras arrogantes del necio se convierten en una vara que golpea…” (Prov. 14:3a). Las palabras tienen poder, y se sienten como golpes en el alma.
La más profunda realidad comúnmente en un conflicto, es que ambas partes son responsables y víctimas al mismo tiempo. La mala noticia, es que esto lo vuelve más complejo. La buena noticia, es que este es un diagnóstico más certero, por lo tanto estamos un paso más cerca para solucionarlo.
Y aquí es donde la cosmovisión cristiana luce tan esperanzadora y al mismo tiempo contra cultural. La tendencia en la sociedad escéptica es un “ir y venir” de dos extremos. O ser muy duros con la situación, brotando de un corazón que aboga justicia. O bien promover el “mágico” perdón, brotando de un corazón que aboga por compasión. El Dios de la Biblia ha hecho que ambas cosas puedan ser posibles, pero su ejecución es muy diferente a la del mundo. Y eso lo vemos cuando entendemos el Evangelio: el hijo de Dios dando su vida por pecadores. El hijo de Dios siendo tratado como nosotros merecíamos, para que ahora nosotros podamos ser tratados como hijos de Dios. De tal manera que hay justicia y compasión al mismo tiempo. El evangelio es la única fuente de gracia, verdad y sabiduría en medio de un conflicto ya que provee una obra maestra, una salvación profunda y poderosa, para poder tratar a los culpables y a los agredidos.
Debido a que en un conflicto ambos son responsables y víctimas. Es decir, los dos son agresores y los dos han sido heridos, el Evangelio tiene mucha esperanza y cambio profundo para ambos:
A los dos en posición de agresores, el Evangelio tiene toda la autoridad para confrontar su pecado, para quebrantarlos al mostrarles su odio, orgullo, soberbia y llevarlos al arrepentimiento. Nos muestra que en realidad es por culpa de nuestro pecado que en verdad merecíamos la muerte espiritual, pues ¿qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? (St. 4:1). Sin embargo cuando confronta nuestro pecado, no es un Dios que pierde los estribos, sino un Dios grande en misericordia y lento para la ira. Lo hace con gracia, nos recuerda que Él no vino por los que se creen justos, sino por los que reconocen que son pecadores. Su Espíritu nos recuerda al Inocente dando su vida en la cruz por el culpable. Nos recuerda que en Cristo ya no hay condenación. Y es así que podemos arrepentirnos y cambiar.
A los dos en posición de heridos, el Evangelio les muestra su compasión y su amor sanador. Jesús es la única fuente de sabiduría para aquel que ha sido agredido, ya que realmente no solo Él lo sabe todo, Él también padeció, pecaron contra Él, de hecho siendo inocente lo clavaron en una cruz. Es decir Él realmente entiende el dolor por experiencia propia, no solo por lo que nosotros le contamos. Jesús fue el verdadero herido por el pecado. Él trae de su consuelo, Él entiende cada sentimiento humano. Pero al mismo tiempo, les recuerda a ambos, que Él fue herido inclusive por el pecado de ellos. A ambos en posición de heridos, les recuerda que al final del día, nadie les ha hecho lo que sus pecados le hicieron a Jesús.
“De tal manera que si ambos son agresores y ambos son heridos, a ambos los empodera con humildad para pedir perdón y con la gracia para perdonar.”
De tal manera que es justo que pidamos perdón, pues por más que culpemos al otro, si bien es cierto no somos responsables de lo que los demás hagan, si somos de lo que hagamos o respondamos. Y al mismo tiempo, es justo que mostremos compasión y perdonemos, pues así hemos sido tratados. ¡A los responsables nos llama a clavar nuestro orgullo y pedir perdón, a los heridos nos llama a clavar nuestro orgullo y perdonar! ¡A los responsables nos dice ya no hay condenación, a los heridos nos consuela con su amor que ningún problema de la vida jamás nos podrá quitar!
Foto por Ethan Sykes en Unsplash