Por Diego Portillo
UNA VIDA CRISTOCÉNTRICA
Colosenses 2:6-7
En la entrada anterior vimos cómo Pablo deseaba que los colosenses se convirtieran en una iglesia centrada en Cristo, es decir, una iglesia que hace todo con el fin de conocer y glorificar al Señor Jesucristo. Pablo deseaba esto porque sabía que de esta manera ellos no serían engañados por los falsos maestros que se habían infiltrado en esa comunidad de creyentes. En los versículos que nos corresponden en esta entrada encontramos a Pablo animando a los colosenses a continuar centrados en Cristo; quería que ellos vivieran vidas cristocéntricas.
En palabras simples, una vida cristocéntrica es aquella en la que todo lo que se hace apunta a la gloria de Cristo. Y si somos sinceros, esta es la única manera en la que los creyentes debemos vivir, ya que nosotros hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). Además, Jesús nos deja claro que “ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Por tanto, es preciso afirmar que la verdadera vida cristiana se trata de Cristo, no de nosotros.
Dos perspectivas sobre la vida cristiana
Cuando pensamos sobre la vida cristiana, generalmente nuestras posturas caen en dos categorías: una perspectiva centrada en el hombre y una perspectiva centrada en Cristo.
La perspectiva centrada en el hombre dice: “Soy salvo por la fe en Cristo, pero mi santificación depende de lo que yo hago.” Esta forma de pensar es derrumbada por el mismo apóstol Pablo en el capítulo 3 de Gálatas. Allí, Pablo está reprendiendo a los gálatas por su incorrecta forma de ver la vida cristiana: ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?… ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vas a acabar por la carne? (Gá. 3:1,3). El problema con los gálatas no era negar a Cristo como el Salvador, el problema es que creían que el favor de Dios dependía de sus obras, que podían ganar algo delante de él por cumplir la ley, que Cristo al final, aunque era el Salvador, no era suficiente sin que ellos hicieran su parte. Esto ponía claramente la atención en lo que ellos eran y no en lo que Cristo es.
La perspectiva centrada en Cristo dice: “Todo se trata de Cristo, tanto mi justificación como mi santificación.” Juan 15:1-7 nos enseña esta perspectiva claramente. Sólo a medida que nuestra vida se trata de Cristo es que podremos dar frutos para la gloria de Dios. Además, 1 Corintios 1:30-31 nos enseña que Cristo “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Disfruto mucho las palabras de Francisco Lacueva sobre estos versículos:
Todo lo que somos y tenemos espiritualmente, nos viene de Dios y en unión con Cristo; Dios es la fuente, y Cristo es el canal: Nosotros somos necios, pero Él nos ha sido hecho sabiduría; nosotros somos culpables, mas Él nos ha sido hecho justificación; nosotros somos depravados y corrompidos, pero Él nos ha sido hecho santificación; estamos cautivos bajo los males y miserias de esta vida, pero Él nos ha sido hecho redención. Y todo está destinado, en último término, a la gloria de Dios. El hombre queda humillado con este plan, pero Dios queda glorificado.
Este es el verdadero enfoque de la vida cristiana, y Pablo en estos dos versículos de Colosenses nos enseña cuatro características de una vida cristocéntrica:
Primero, la vida cristocéntrica se trata de Cristo
Esta verdad la vemos en las palabras “de la manera que recibisteis al Señor Jesucristo, andad en él”. Se dice que en el primer siglo, cuando una persona declaraba con su boca que “Jesús es el Señor,” esta persona estaba literalmente rindiendo cada aspecto de su vida a Cristo como el Señor y dueño de ella. Y Pablo exhorta a los colosenses a vivir en esa misma realidad cada día de sus vidas.
Todos los creyentes verdaderos hemos recibido a Cristo, el Ungido de Dios para la obra salvadora (Is. 61:1); hemos recibido a Jesús, cuyo nombre significa “el Señor salva”; y hemos recibido al Señor, quien es el Señor de la creación y la Cabeza de la iglesia. Por tanto, debemos vivir siempre en esa realidad; debemos saber en todo momento que sólo en Cristo está nuestra esperanza, que sólo por su muerte y resurrección tenemos acceso al Padre, y que sólo él es el Señor de nuestra vida. La exhortación del Dr. J. Ligon Duncan es muy apropiada aquí: “Viva de una manera que es consistente con lo que usted confesó cuando vino a Cristo.” ((Dr. J. Ligon Duncan. The Incomparable Christ: An Exposition of Colossians. www.monergism.com))
Segundo, la vida cristocéntrica produce crecimiento real
El siguiente versículo empieza con la frase “arraigados y sobreedificados en él”. Aquí podemos notar que los creyentes hemos sido arraigados en Cristo Jesús de manera definitiva. Como maravillosamente lo expresa Romanos 8:1, para los que estamos en Cristo ya no hay ninguna condenación. Además, los creyentes tenemos la oportunidad de cultivar cada día una relación con Cristo, quien es la vid verdadera.
Aquí Pablo está usando dos imágenes: la de una planta y la de un edificio. Los creyentes estamos arraigados en Cristo como una planta en buena tierra, sólo así podemos producir frutos. Además, Cristo es el fundamento sobre el cual los creyentes somos sobreedificados día a día para ser un templo santo en el Señor (Ef. 2:20). Estas dos cosas inevitablemente producen fruto en las vidas de aquellos que están unidos a Cristo.
Como lo vuelve a señalar el Dr. Duncan, “el poder para vivir la vida nueva depende de nuestra comunión diaria con el Dios vivo a través de nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús.” Nótese que no dice que depende de qué tan rigurosos sean nuestros hábitos espirituales, aunque no negamos que Pablo en el versículo seis está exhortando y animando a los colosenses a vivir centrados en Cristo. A medida que nuestras vidas descansen en Cristo, dependan de Cristo, reciban consejo de Cristo, y obtengan vitalidad y firmeza de Cristo, todo lo que hagamos será para nuestra prosperidad espiritual. Ése es el verdadero crecimiento espiritual y no las huecas sutilezas que los falsos maestros estaban enseñando a los colosenses (Col. 2:8).
Tercero, una vida cristocéntrica involucra una fe permanente
Todos los creyentes debemos vivir como Pablo esperaba que vivieran los colosenses: “confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados”. Esta es una marca de todo creyente genuino: no se aparta de la fe que fue dada a los santos de una vez y para siempre.
Con esta frase, Pablo quiere asegurar a los colosenses que las enseñanzas de Epafras eran verdaderas. Aunque las enseñanzas de los falsos maestros parecieran lógicas, sólo hay un evangelio que salva y era el evangelio que Epafras había predicado (Col. 1:7). Esto debe atraer nuestra atención, pues la iglesia de nuestros días ha cambiado este enfoque; hemos dejado de prestar atención a la Escritura y estamos escuchando lo que los hombres tienen que decir. Por tanto, evitemos correr hacia lo nuevo, hacia lo espectacular, y centremos nuestras vidas en Cristo. Después de todo, una vida cristocéntrica es una vida centrada en la Biblia.
Cuarto, una vida cristocéntrica es caracterizada por el agradecimiento
El ser agradecidos es una marca esencial de los creyentes. Pablo dice que debemos cantar a Dios con gracia en nuestros corazones y que perseveremos en la oración con acciones de gracias (Col. 3:15; 4:2). Además, a los tesalonicenses les aconsejó dar gracias a Dios en todo pues esa es la voluntad de Dios para sus hijos (1 Tes. 5:18). Todo aquel creyente que se da cuenta que no merece nada, y que todo le ha sido dado por gracia es agradecido.
Una última frase del Dr. Duncan es muy pertinente: “Cuando vemos las riquezas que tenemos en Cristo, no podemos dejar de ser agradecidos por lo que el Señor nos ha dado, sin importar nuestras vidas particulares.” Muchos de nosotros podemos estar pasando por la necesidad económica, el desempleo, la enfermedad, etc., pero cuando entendemos que Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo (Ef. 1:3), comprendemos que lo menos que podemos hacer es vivir agradecidos y darle siempre la gloria.
Que Dios nos permita vivir siempre vivir centrados en Cristo.