Dios promete gracia para combatir el pecado y para vencerlo. Creemos que Dios le da ese tipo de gracia a su pueblo. Esto no es algo que nos merecemos; no es algo que nos pertenece, pero Él la da de todos modos. Es inmerecido, el desbordamiento de su amor por nosotros.
Y anhelamos que la gracia le ponga fin al pecado, la gracia que trae justicia a la vida, la gracia de ser quiénes y lo que Dios nos llama a ser.
Dios da la gracia, por alguna razón, en sus buenas razones que rara vez se presentan en la forma que preferiríamos. Dios da, no en la forma que queremos, pero en la forma que necesitamos. Queremos que Dios destruya nuestro pecado, y se elimine al instante y de forma permanente. Esos deseos, esas adicciones, esas idolatrías queremos que se alejen y se vayan en ese mismo momento.
Dios podría hacer esto. Él tiene la fuerza y el poder. Y de vez en cuando lo hace, quita el pecado y la tentación de pecar en un instante, y nunca regresa con la misma fortaleza y fuerza.
Pero con mayor frecuencia la gracia de Dios no es manifiesta en el mismo instante de obstrucción de un pecado. En cambio, su gracia se manifiesta en un nuevo deseo de destruir ese pecado. Dios no destruye nuestro pecado, pero nos da un nuevo odio hacia él y un nuevo deseo de hacer el trabajo duro de la luchar contra el pecado. Él soberanamente no lo quita en un momento, pero extiende su gracia para que podamos luchar por la vida. Él extiende su gracia para que podamos ver satisfactoria, continua y exitosamente el conocimiento de nuestra debilidad y clamando por una fortaleza contra ella. Él da lo que necesitamos, aunque no es exactamente lo que queremos.
Y esto, también, es la gracia. Esto, también, es el favor inmerecido de un Dios amoroso. Esto, de alguna manera, tiene que ser mucho mejor para nosotros que lo que es opcional.
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” — 2 Corintios 12:9
Fuente: http://www.challies.com/christian-living/when-god-doesnt-zap-away-our-sin
Traducido para Evangelio Verdadero por Felipe Amézquita